El Dios Que Nos SalvaMuestra

No había lugar

Los retazos de telas envolviendo a Jesús, el humilde pesebre y el rechazo en el mesón ante la búsqueda de un alojamiento, no deben minimizar lo que realmente sucedió: ha nacido el Salvador, en Belén que significa "casa de pan", ¡nació el pan de vida!

La frase “no hay lugar” es una de las más dolorosas que podemos llegar a escuchar. En la búsqueda de una escuela para los hijos, al necesitar de una sala para un enfermo, sea cual sea el escenario, las palabras “no hay lugar” son dolorosas.

¿Cómo es posible que el creador de los cielos y de la tierra no haya tenido lugar ni siquiera para nacer? Y como si este fuera un patrón a seguir, las propias palabras de Jesús fueron: “Los zorros tienen cuevas donde vivir y los pájaros tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene ni siquiera un lugar donde recostar la cabeza” (Mateo 8:20).

Uno de los himnos escritos por Emily Elliott reflejan en su letra esta realidad: “Tú dejaste tu trono y corona por mí, al venir a Belén a nacer; más a ti no fue dado el entrar al mesón y en establo te hicieron nacer”. La gran pregunta de hoy no es. ¿Por qué no hubo lugar para Jesús en el mesón? Sino más bien: ¿Hay lugar para Jesús en mi vida?