Lectura Con El Pueblo De Dios 8: La PazMuestra

Marcos 6:49-51

"Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban".

La historia de Jesús caminando sobre el agua podría ser el inicio perfecto para cualquier película de terror. Piénsalo por un momento: los discípulos luchan contra vientos fuertes mientras intentan cruzar el Mar de Galilea. De la oscuridad, ven algo—más pequeño que una barca, pero más grande que un pez—moviéndose sobre el agua hacia ellos. No está flotando, ni deslizándose, sino caminando sobre una superficie que no debería soportar ningún peso. La única conclusión posible es que lo que se acerca es un espíritu, un fantasma—algo o alguien que no es humano. Y este ser desconocido se dirige directamente hacia ellos. El terror es realmente la única respuesta apropiada.

Por supuesto, hay algo muy sobrenatural en lo que los discípulos están presenciando. Pero es sobrenatural porque la forma que confunden con un fantasma no es solo completamente divina, sino también completamente humana.

Sin embargo, los discípulos conocen a este Dios-hombre, Jesús. Jesús, que es tanto su Dios como su amigo. Sí, ya lo han visto hacer milagros, pero también lo han visto comer pescado, martillar madera y reírse de sus bromas. Saben que nació en un pueblo pequeño de gente común. Han escuchado su voz enseñar, expulsar demonios y perdonar pecados. Conocen su voz. Y confían en sus palabras porque lo que él proclama es la verdad misma.

Es la voz de Jesús, su declaración de quién es, la que calma los miedos de los discípulos.

Su voz aún habla hoy mientras se nos presenta de las maneras más asombrosas. A Jesús no le gusta nada más que seguir anunciándose a nosotros: “Tened ánimo; soy yo. No temáis". Jesús habla para calmar nuestros temores y darnos la verdad de que lo conocemos y que somos suyos.

Cuando lo que ves es incierto, desconocido o realmente aterrador, confía en tus oídos. Te guiarán hacia la voz de nuestro Dios y amigo, Jesús.

Querido Jesús, cuando el terror se apodere de mí, habla a través de tu palabra para que sepa que tú eres verdaderamente carne y sangre, entregado por mis pecados. Amén.