Semana SantaMuestra

La mañana del martes, Jesús y sus discípulos volvieron a Jerusalén. Al pasar por la higuera que Jesús había maldecido el día anterior, los discípulos se asombraron al ver que rápido se había secado.

La maldición de la higuera era un símbolo para la nación de Israel y su falta de frutos.

Es algo asombroso lo que vemos por medio de la historia, treinta y cinco años después de aquella palabra de Jesús a la higuera, efectivamente la nación de Israel fue destruida. La advertencia también sirve para nosotros; si no damos frutos, nos espera destrucción.

Algunos adultos que no entienden esta historia dicen que Jesús se "equivocó" al maldecir esa higuera, ya que no era su tiempo de cosecha, no debería tener fruto. Pero Israel había sido llamado a tener fruto desde el momento en que salieron de Egipto, y no era lo que Jesús había encontrado en su camino por esa tierra. A cada paso que daba era más y más la desilusión generada por el "pueblo de Dios". Y al llegar a Jerusalén se encontró con fariseos, escribas y sacerdotes que cuestionan su autoridad, imagino que para Jesús fue difícil no enojarse.

Nosotros, su Iglesia, ¿estamos dando frutos en todo momento?

¿Qué encontrará Jesús si sube a nuestras ramas a buscarlo?

Quiero guiarte en una oración: Señor Jesús, quiero ser un árbol que dé fruto rico y bueno siempre para ti. Ayúdame a mantenerme siempre en tus mandatos, como las ramas a los árboles, y las hojas en ellas, y así llevar mucho fruto.