Sin orgullo

SEÑOR, mi corazón no es orgulloso, ni son altivos mis ojos;

Salmos 131:1

Buscar una vida mejor, perfeccionar nuestras habilidades, aspirar a subir de puesto, iniciar un propio negocio, procurar un mejor lugar para vivir y una mayor estabilidad económica no es orgullo. No debemos confundir la ambición con la avaricia, ni el contentamiento con la conformidad.

Somos llamados a desarrollar cada uno de los talentos que el SEÑOR nos ha confiado para la gloria de Su Nombre y el beneficio de los que nos rodean (Mateo 25:14-30).

Todo lo que mantenga nuestra vida en desarrollo, sin descuidar nuestra relación con Dios y nuestra familia, debe ser considerado como una bendición.

El orgullo inicia cuando buscamos grandezas desmedidas y proezas que excedan nuestras fuerzas. Cuando sentimos que estamos demasiado agotados para disfrutar lo que hemos ganado. Cuando nuestro corazón se envanece por lo alto que hemos llegado.

Cuidemos nuestro corazón del orgullo y la soberbia. El momento en el que nuestro corazón se jacta y hace por un lado la Gloria que Dios merece estamos en peligro de vivir en la oscuridad de la ignorancia.

Mide tus metas. Cumple tus objetivos. Llega a la cima. Pero que la medida sea tu humildad y no el orgullo.