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DÍA 3

LA ETIQUETA DE LA COMPARACIÓN

"Espejito, espejito, dime ¿quién es más bonito?"

¿Recuerdan esa frase del famoso cuento de hadas Blanca Nieves y los siete enanitos?

Para muchos, esta famosa frase gobierna sus vidas. Pasan sus vidas comparándose con las personas a su alrededor; no solo en lo físico, sino en cualquier área de la vida.

Esto se debe a que van de la admiración a la comparación.

Admirar a alguien por sus talentos, dones, cualidades o virtudes no es malo, por supuesto si entendemos que todos esos se los dio Dios.

Yo admiro a muchas personas. Admiro a mi esposo Rey, él tiene una cualidad especial para resolver situaciones; puede ver cualquier circunstancia desde un punto de vista tan práctico que no solo encuentra soluciones, sino que, si no habría solución, tiene la capacidad de colocar la situación a un lado y no dejar que eso le descomponga el resto de su día.

Admiro a las personas con talentos musicales, destrezas artísticas; admiro a muchos predicadores y comunicadores.

Probablemente, algunos de esos talentos o cualidades no los tengo, y honestamente sí me gustaría tenerlos.

Pero existe una línea fina que separa la admiración de la “comparación”. La comparación que es una etiqueta con la que muchos pueden crecer y tener pegada en varias áreas de sus vidas, es la que está justo del otro lado de esa línea fina y es peligrosa porque nos abre una puerta a la envidia.

Si no tenemos claro que Dios es quien nos dotó a todos con dones y talentos, y que Dios es bueno y perfecto, que Él no se equivoca, podríamos caer en compararnos.

Cada uno de nosotros somos un diseño perfecto de Dios, con lo que nosotros consideremos defectos y virtudes.

Al compararnos, le estaríamos diciendo a Dios inconscientemente que se equivocó al crearnos.

Dios nos ama con un amor incomparable, y tiene planes y un futuro esperanzador, por lo que nos creó diferentes unos de otros. Y es un padre bueno compasivo que nos creó con herramientas para que seamos exitosos en lo que hagamos y para cumplir nuestro propósito.

Te invito a que hagas esta oración hoy:

Papá, hoy reconozco que me he comparado con muchas personas, abriendo una puerta a la envidia en mi corazón. Te pido perdón por haber tomado tu lugar y pensar que te equivocaste cuando me creaste. Por favor, enséñame a amarme como tú me amas a mí, a aceptar que soy perfecto de la forma como me creaste, y que cada parte de mi ser físico, intelectual, emocional y espiritual es una herramienta para cumplir mi propósito en la vida, y así remover esta etiqueta de mí. Amén.

Dios te dice hoy: "Eres mi hijo, me tomé el tiempo de diseñar cada área de tu ser. Eres especial; me deleito en ti".