Esperanza EternaMuestra

El Objetivo de la Fe
Lectura: 1 Pedro 1:3–9
EOAO: 1 Pedro 1:8–9
Vosotros, que lo amáis sin haberlo visto, y que creéis en él aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso, pues estáis alcanzando la meta de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.
En el Texto
Nuestra esperanza se basa en el amor de Dios y en la obra de Cristo. Sin la resurrección y la promesa de la eternidad con Él, no tenemos nada que esperar. Pero nosotros tenemos una esperanza viva, que no puede perecer, estropearse ni desvanecerse, porque se basa en el amor de Dios.
Jesús prometió volver, redimir y restaurar todas las cosas. Prometió que cuando regrese, todos los que han puesto su fe en Él recibirán la salvación. Este es el objetivo de nuestra fe: la salvación. Pero no es una meta que tengamos que trabajar para alcanzar. Cristo ya ha hecho todo el trabajo necesario para que tengamos la salvación. La obra está terminada.
Sin embargo, mientras esperamos recibir la plenitud de nuestra salvación en la eternidad, experimentamos sufrimiento. El mundo está fracturado, y sentimos el peso de ello cada día. Pero aun así, podemos estar llenos de gozo.
Si sabemos y creemos que Cristo resucitó de entre los muertos, tenemos una herencia en el cielo. Tenemos la confianza para esperar el último buen regalo: la salvación de nuestras almas. Qué alegría es saber que Dios está dispuesto a darnos todo lo bueno. Aunque no lo merezcamos, Él nos ha dado absolutamente todo en la salvación.
Nuestra esperanza no se basa en nuestras circunstancias. Se basa en la obra de Cristo. Se basa en la verdad de que resucitó de entre los muertos. Y se basa en Su promesa de regresar y restaurar todas las cosas.
Aunque hoy no podamos ver el objeto de nuestra fe, podemos alegrarnos. La fe y la esperanza nos traen una alegría duradera, recordándonos que nuestro Dios siempre cumple Sus promesas.
Escrituras
Acerca de este Plan

La esperanza es la confianza que tenemos de aguardar en Dios cuando no podemos ver el futuro. Perseverancia es seguir confiando en la bondad de Dios cuando las circunstancias nos dicen que nos rindamos. Y la fe es la seguridad de que nuestra esperanza no nos defraudará porque Aquel que la alberga es digno de confianza.
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