Una natividad pascualMuestra

Yo estuve ahí,
era un poco más que un niño,
aprendiz de un erudito y sanador, un hombre sabio si se quiere.

Varios de ellos estuvieron estudiando las estrellas y las profecías; nos dijeron que nos iríamos de viaje y que estaríamos lejos por un tiempo. Melchor me dio una caja para llevar, dentro, dijo, había una jarra de mirra. Sería un regalo para un niño. ¡Qué extraño regalo!, pensé, la mirra es usada para preservar a los muertos. ¿Por qué un niño querría eso? ¡Así que, viajamos y viajamos! Luego llegamos a Jerusalén antes de seguir nuestro camino a Belén. Es extraño estar de vuelta en esta ciudad.

Melchor me dijo que el niño iba a ser un gran gobernante, Rey de reyes, pero no solo eso, él sería un sacerdote para la gente, un sanador, y que él moriría para salvarlos a todos, para eso era la mirra.

Y hoy, lo he presenciado, reconocí a su madre al pie de la cruz, ya mayor, pero inconfundible. Ella lucía tan rota pero todavía tan esperanzada. Lo vi morir en la cruz y el mundo se volvió oscuro y silencioso. Me pregunto: ¿Qué va a pasar ahora? ¿Cómo nos salvó? ¿Cómo me salvo?

Este monólogo se usó originalmente como parte de una liturgia de la Caminata del Testimonio del Viernes Santo, utilízalo con la Escritura que lo inspiró para reflexionar sobre estos dos eventos fundamentales.

Si alguien te pregunta: ¿Cómo te salvó Jesús?, ¿qué le responderías?

Pase algún tiempo en acción de gracias por el sacrificio de la cruz.