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Quiero ser más generoso, menos egoísta

Todo el mundo, y me refiero a todo el mundo, a todas las edades, a todos los niveles de ingresos, en cada peldaño de la escalera del balance personal tienen una razón para no ser un donante. Puede reclamar pobreza, juventud, deudas, familia en crecimiento, pagos de hipotecas y préstamos para automóviles, exposición comercial, jubilación inminente, ingresos fijos y muchas otras razones, y puede convencerse así mismo de aferrarse a cada centavo.

Parece una ley de hierro de la lógica económica: cuanto más doy, menos tendré. Cuanto menos doy, más tendré. Lógico, pero falso. Completamente falso, porque desafía la estructura de convección económica de Dios.

Dios mismo es increíblemente generoso. Él derrama amor, misericordia y recursos en la vida de las personas, y cuando Su generosidad enciende un fuego en la vida de las personas y se vuelven generosas, ¡les envía aún más! ¡En serio! "A quienes reparten, más se les da; los tacaños acaban en la pobreza. El que es magnánimo, prospera; el que sacia a otros, será saciado" (Proverbios 11:24-25).

Lo que hace que el sistema de convección de la generosidad de Dios funcione es que no es un sistema cerrado. Disfruta inyectando más recursos en la vida de Sus hijos. Él es un Dios de abundancia, no de escasez. Le encanta cuando confías en Su Palabra y esperas Sus promesas. A Él le encanta cuando tú y yo mostramos la misma generosidad hacia otras personas que Él nos ha mostrado a nosotros.

Dilo conmigo: cuanto más doy, más tengo.