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Día 5. La muerte de un sueño

Melek Sert tenía un embarazo de cinco meses cuando fue al hospital con dolor intenso y sangrado. Pero en cuanto el sangrado se detuvo, le dieron el alta y regresó a casa. Sin embargo, al día siguiente ella y su marido Hasan regresaron al hospital con el mismo problema.

Estuvo siendo monitoreada por el riesgo de aborto espontáneo. A pesar de ello dio a luz antes de tiempo, pero los médicos le dijeron que su bebé había nacido muerto. El Hospital Estatal Seyhan de Turquía le entregó un certificado de defunción y una pequeña bolsa funeraria.

Hasan llevó al bebé al cementerio del barrio de Herekli para enterrarlo. Mientras Hasan conducía hacia el cementerio, escuchó que el bebé lloraba. Detuvo el auto y abrió la cremallera de la bolsa. Se quitó la chaqueta, envolvió al bebé con ella y puso la calefacción del coche al máximo.

Llegó la ambulancia y llevaron al bebé al Hospital de Investigación de la ciudad de Adana donde fue tratado en cuidados intensivos. El bebé se encontraba en estado crítico con presión arterial baja. ¡Pero Melek vio que su bebé estaba vivo! Sus manos y pies se movían inquietos, su corazón latía.

La pareja estaba impactada. Su pequeño hijo nació prematuramente pero vivo, no muerto. Pasaron de la desesperación total a un gozo increíble. Su hijo está vivo y oran para que mejore: por su continuo crecimiento y su completa salud.

Lucas 15:24 dice: “Este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida. Se había perdido, pero ha sido hallado". Así que empezaron a hacer fiesta. En esta historia, el hijo pródigo en realidad no estaba muerto pero parecía que lo estaba porque se había ido de casa. Cuando retornó, el padre sintió un gran gozo porque su hijo “muerto” había regresado a casa.

Hasan y Melek pensaron que su hijo pequeño estaba muerto; el padre pensó que su hijo pródigo estaba muerto y desaparecido para siempre. Podemos experimentar la muerte de un sueño y sentirlo tan real como cualquier muerte.

Cuando esperamos, oramos y trabajamos para que un sueño se haga realidad, y no se realiza, es como la muerte. Nos quedamos conmocionados, con dolor y pena. Todo parece estar perdido; parece que nuestra vida no tiene propósito ni significado.

Pero Dios tiene una manera de restaurar lo que está perdido, resucita lo que está muerto. Podríamos estar listos para enterrar el sueño pero Dios se mueve de una manera innegable. Tu sueño no está muerto, está muy vivo.