Las Manifestaciones de la rebelión del Hombre; Las Razones

La difamación procede de la razón

La rebelión del hombre contra la autoridad se manifiesta en palabras, razones y pensamientos. Seguir al Señor exige la liberación de la razón, no quiere decir que tenemos que dejar de pensar, o no entender o vivir en ignoracia, al contrario, debemos entender que nuestra obediencia a Dios no está sujeta a mi razón sino a la autoridad de Dios. Muchas veces no entenderé, pues mis pensamientos no son los suyos, los de Dios siempre son más altos y mejores, más profundos e insondables, ¿Que me hace pensar que se más que Dios? ¿Que me hace pensar que soy más listo? Mi rebeldía. Obedecemos por Dios manda no por que sea razonable (Aunque siempre lo es).

Es muy cierto que para seguir al Señor tenemos que sacarnos los ojos de la razón. ¿Qué es lo que gobierna nuestra vida? ¿La razón o la autoridad? La razón es la primera causa de la rebelión; por eso es que no podemos controlar nuestras palabras a menos que primero tratemos detalladamente con nuestros razonamientos.

Pero como seres racionales, ¿cómo podemos refrenarnos de argumentar con Dios? Ello parece sumamente difícil. Hay dos clases de creyentes: los que viven en la esfera de la razón y los que viven en la de la autoridad.

Preguntémonos: ¿Dónde vivimos hoy? Cuando recibimos el mandamiento de Dios, ¿nos detenemos a considerar el asunto para ver si hay razones suficientes para que lo hagamos?. Todos los que de veras conocen a Dios le obedecen sin discusión. Dijeran nuestros padres con toda razón "las órdenes se obedecen no se discuten ni argumentan". Confiemos en que Dios sabe más y tiene mejores razones.

Dios nunca argumenta

El es Dios y tiene autoridad para hacer lo que quiera. No podemos seguirle por una parte y por la otra exigir saber la razón. Si queremos servirle, no debemos discutir. Todos los que tienen un encuentro con Dios deben desechar sus propios razonamientos. Solamente podemos basarnos en la obediencia. No nos entremetamos con nuestros argumentos tratando de ser consejeros de Dios. Escuchemos lo que Dios afirma: “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia”.