CorajeMuestra

La era de la batalla

¿Sabías que el libro de Números comienza con un censo? El Señor le habló a Moisés en el desierto del Sinaí, exigiéndole que hiciera un censo de todos los hijos de Israel. Dios quería que Moisés tuviera el nombre de todos los varones de 20 años en adelante de todo Israel, que pudieran ir a la guerra. Moisés tenía que contar a los hombres en edad de pelear, poniendo efectivamente un número a la generación.

Sin embargo, al ir más adelante en el libro de Números, aprendemos que Dios emite un juicio contra Israel por su falta de voluntad para luchar por la Tierra Prometida. El pueblo vagó por el desierto hasta que desapareció toda la generación de los que habían hecho el mal a los ojos de Dios.

Suena duro. Todos los que estaban en edad de luchar y se negaron a hacerlo estaban destinados a morir en el desierto. Fue una generación de guerreros equipados, pero temerosos, no dispuestos a confiar en Dios, ni a tener coraje o a entrar en la Tierra Prometida.

Dios estaba pidiendo cuentas a esa generación, pero ellos se negaron a luchar. La verdad es que Dios esperaba coraje no sólo en las generaciones pasadas, sino que lo quiere también en tu generación.

Somos llamados a tener coraje. Nuestra batalla no es violenta, pero estamos luchando por la justicia y la verdad. Dios quiere que seamos valientes y defendamos lo que es verdadero y santo.

Como hijos de Dios, estamos llamados a llevar una armadura espiritual para defendernos de las fuerzas de las tinieblas y de los poderes del mundo espiritual.

En el Reino de Dios, todos somos hombres y mujeres en edad de luchar. En esta lucha hay mucho en juego, pero estás equipado para ello. El fundamento de tu lucha es el coraje. A diferencia del pueblo de Israel, tenemos que estar dispuestos a luchar, aunque nos cueste algo. Seamos valientes frente al temor.

El llamado a la valentía es una verdad central de la Palabra de Dios. A través de este plan, exploraremos el llamado al coraje de las Escrituras. Animémonos a, por medio de Cristo en nosotros, ser capaces de permanecer valientes ante el miedo. A través del Espíritu Santo, podemos participar en una batalla espiritual sin miedo y con valentía.