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Luchas espirituales

Albert Einstein pudo haber padecido el Síndrome del Impostor—la tendencia de las personas expertas a sospechar que son fraudes. Él dijo: "La estima exagerada en que se lleva a cabo mi trabajo de la vida me pone muy incómodo". Pocos de nosotros cuestionarían las colosales contribuciones de Einstein a la física. Si él dudaba de su trabajo, ¿dónde estamos el resto de nosotros?

La otra cara del Síndrome Impostor es el efecto Dunning-Kruger, en el que las personas incompetentes se ven a sí mismas como superdotadas. En otras palabras, los desorientados no tienen ni idea de su propia ineptitud, mientras que aquellos que dudan de sus habilidades a menudo se encuentran entre los que obtienen grandes logros.

Una conexión con nuestra vida espiritual se hace evidente aquí. Si somos conscientes de nuestras luchas espirituales, o si tenemos dudas, esa es una señal saludable de que estamos en la lucha. Es cuando pensamos que estamos bien que estamos espiritualmente muertos. El autor de Hebreos señaló nuestra lucha como algo positivo. "¿Has olvidado las palabras alentadoras que Dios te habló como a sus hijos?", preguntó (12: 5). Luego notó cómo Dios disciplina y corrige a aquellos que son verdaderamente Sus hijos. "Si Dios no te disciplina como lo hace con todos sus hijos, significa que eres ilegítimo y en realidad no eres su hijo en absoluto" (v.8). ¡Palabras fuertes que nos ayudan a entender nuestra necesidad de corrección divina!

Afortunadamente, nuestro bienestar espiritual no está ligado a nuestra competencia. Dependemos completamente del amor de Dios y del trabajo de Jesús en la cruz en nuestro nombre. "Cuando Dios nuestro Salvador reveló su bondad y amor, nos salvó", escribió Pablo, "no por las cosas justas que habíamos hecho, sino por su misericordia" (Tito 3: 4-5).

Dios está contigo en tus luchas espirituales. ¡No eres un impostor! -Tim Gustafson

MÁS: Lee Efesios 2: 8-10 y ve lo que Pablo escribió acerca de la obra salvadora de Jesús y nuestra responsabilidad de servirle.

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SIGUIENTE: Cuando luchas espiritualmente, ¿cómo reaccionas? ¿Te diriges a Cristo y a otros creyentes? ¿Confías en tu propia fuerza? ¿Cómo puedes acceder a la sabiduría y guía de Dios?