Cómo conocer a DiosMuestra

Ver a Dios

«Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena» (Pr 29:18). Este versículo se cita con frecuencia para inspirarnos y desafiarnos a avanzar con intensidad hacia una meta futura. Aplaudimos al líder que es un visionario, aquel que es capaz de pintar un cuadro de un futuro mejor y mostrarnos el camino para alcanzarlo. Somos una sociedad orientada hacia los objetivos. Necesitamos un sueño, un objetivo al cual apuntar si queremos activar nuestra adrenalina y agitar nuestras pasiones. 

Cada objetivo inmediato debe evaluarse según la norma suprema para todas las visiones cristianas sobre el futuro. Debemos mantener ante nosotros la visión final del pueblo de Dios. No podemos ver a Dios porque Él es santo y nosotros no lo somos. Yo nunca he visto a Dios. He sentido Su presencia y he razonado sobre Su existencia. He leído Su Palabra y he oído hablar de deslumbrantes muestras de Su gloria. Pero nunca lo he visto. Él es invisible. No solo nunca lo he visto cara a cara, sino que no hay nadie que lo haya visto. La creación testifica de Su majestad; las estrellas declaran la obra de Sus manos. Podemos ver la obra del Artista, pero el Artista mismo permanece invisible.

¿Por qué no podemos ver a Dios? No es porque sea un espíritu ni porque no esté presente. Él está aquí; no hay duda de ello. Vivimos en un mundo de entidades reales que no podemos ver a simple vista. Lo que es invisible ante nuestros ojos puede tener efectos dramáticos en nosotros.

Las fuerzas de la electricidad y la energía nuclear afectan nuestra vida cotidiana aunque no las veamos. Nuestros cuerpos pueden ser invadidos en cualquier momento por microorganismos que amenazan nuestras vidas. Instrumentos sofisticados como el telescopio y el microscopio revelan una dimensión de la realidad que no podemos ver a simple vista.

Sin embargo, no hay un microscopio lo suficientemente potente como para penetrar el velo que cubre el rostro de Dios. No hay un lente capaz de magnificar nuestra débil vista para que podamos ver a Dios. Nuestro problema no es físico. No se trata de una deficiencia del nervio óptico. La deficiencia no está en nuestros ojos sino en nuestros corazones. No podemos ver a Dios porque Él es santo y nosotros no lo somos. Es por el pecado que se nos dice: «Ningún hombre puede ver a Dios y vivir».

Coram Deo: vivir delante del rostro de Dios

Lee y compara las visiones de Dios que describen Isaías (Is 6:1-5) y Juan (Ap 1).