Recupera Tu Vida, 5 Días De Lectura Devocional Junto a John EldredgeMuestra

Si has pasado algún tiempo en una iglesia más tradicional, del tipo que todavía cantan himnos, podrías recordar haber tropezado con un momento extraño durante la segunda estrofa de «Ven tú fuente de toda bendición»: «Aquí levanto mi roca Ebenezer / Aquí por Tu gran ayuda he venido». El resto del himno se me ha perdido al desviarme con, «¿Qué es un Ebenezer? ¿Por qué estoy levantando uno? No creo que lo haya hecho. ¿Se supone que debo hacerlo? ¿Reconocería uno si lo viera? Mientras tanto, me distraen las asociaciones con el personaje Ebenezer Scrooge de la novela corta escrita por el británico Charles Dickens, Cuento de Navidad, la cual me aleja aún más en un laberinto de pensamientos.

Este himno se refiere a una historia del Antiguo Testamento, parecida a una de esas fabulosas batallas tipo El Señor de los Anillos, cuando parecía que Israel estaba a punto de ser completamente aniquilado por un ejército merodeador. Pero Dios intervino, e intervino tan poderosamente que el pueblo de Dios expulsó a sus enemigos del país y luego a otros. El profeta Samuel entonces "tomó una piedra, la colocó entre Mizpa y Sen, y la llamó Ebenezer, «El Señor no ha dejado de ayudarnos»" (1.ª de Samuel 7:12, NVI). El punto es que cada vez que un israelita pasaba por ese camino de nuevo, veía la piedra y recordaba lo que Dios había hecho, recordaba cuán completamente fiel Él es.

Le hace bien al corazón recordar. 

Por cierto, este uso intencional de la memoria es una cura para una de las enfermedades más comunes del alma, esa postura de «¿Qué has hecho por mí últimamente?» en la que caemos para con Dios. Esa actitud poco atractiva que tenía Israel cuando habían sido rescatados: «Claro, nos has liberado de la esclavitud; nos has alimentado milagrosamente todas las mañanas; pero ¿Qué pasa con el agua de manantial? ¿Puedes hacer eso? ¿Qué tal un poco de carne?». Detesto esta parte de mí. ¿Te llevarás a mis hijos esta vez? ¿Este viaje? ¿Esta necesidad? Es vergonzoso. 

La memoria nos saca de esa actitud y nos regresa a la bondad de Dios en nuestro pasado. Nos permite saborear las muchas bendiciones que Él nos ha dado. Te sugiero que establezcas la práctica de reflexionar.