¡Pobre de mí! Muestra

Déjalo ir

A veces, cuando siento pena por mí mismo, es porque alguien ha dicho o hecho algo que violó mis expectativas o hirió mis sentimientos.

Y tan pronto como los pensamientos "pobre de mí" o "¿cómo se atreven?" vienen a mí cabeza algunas veces, inevitablemente me siento consumido por mi propio mundo y lo que ocurre en él. Me convierto en el centro de mi propia atención, la estrella de mi propio show de la miseria. Dejo de pensar en nadie más que en mí. Cuando comienzo la fiesta de la auto compasión, elevo mi propia importancia ante mis ojos.

Romanos 12:3 tiene algo que decir sobre esto:“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener” (RVR1960).

Cuando dejo que las heridas e injusticias dirijan mis emociones, estoy pensando demasiado en mí. La autocompasión puede llevar a la amargura, y eso puede anular el fruto del espíritu que debería dominar mi vida.

Entonces, cuando siento ese sentimiento de "pobre de mí", me pregunto, "¿Hay alguien a quien necesito perdonar?" Sí, la vida puede ser dolorosa y desordenada, pero no voy a dejar que esos momentos me definan. Voy a levantarme y dejarlos atrás. La forma más rápida que encontré para hacer esto es perdonar y dejarlo ir.

Marcos 11:25 dice, “Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas” (RVR1960). Ese verso lo dice todo.

Decidí que no soy una débil criatura que necesita ser observada y que alguien se preocupe por mí. Soy un adulto, y puedo resistir cuando las cosas caen sobre mí. ¡Soy el que perdona! ¡Fácil y rápido! Voy a tomar la Palabra, sacar pecho, levantar mi cabeza en alto y determinar dejar el pasado atrás y avanzar. ¿Quieres unirte?