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Cómo liberar los dones espirituales hoy

DÍA 8 DE 12

Dones de sanidades


En 1 Corintios 12, Pablo escribió sobre “dones” de “sanidades”. Si nos fijamos en el griego original, ambas palabras son plurales y carecen del artículo definido.


Las personas cuyos dones incluyen sanidad varían en personalidades, posición y circunstancias, y así ministran sanidad divina de muchas formas distintas, desarrollando muchos modelos viables para usar dones de sanidad. La sanidad nunca es un don con una sola talla única para todos. Siempre es el mismo Espíritu de Jesús quien realiza la sanidad. Pero a través de intermediarios humanos, se presenta en diferentes “paquetes” para diferentes personas en diferentes momentos en diferentes situaciones.


Los miembros del cuerpo de Cristo aprenden a usar los dones de sanidades primero de la enseñanza y el ejemplo del Nuevo Testamento, y segundo de la experiencia acumulada.


Cómo opera el don


Una vez más, la sanidad, incluso la sanidad sobrenatural, no siempre es instantánea. A veces, puede parecer más natural que milagrosa. Sus muchas expresiones de operación pueden involucrar a más de una obra de la gracia de Dios.


Los relatos bíblicos nos muestran que hay tantos precedentes para una sanidad que se desarrolla por etapas o con el tiempo, como para un milagro instantáneo. Por ejemplo, cuando Jesús oró por un hombre ciego (¡después de escupir en sus ojos!, un ejemplo que nadie debería seguir sin una guía divina específica), su vista regresó solo después de un segundo esfuerzo. (Ver Marcos 8:22–25). Jesús escupió y oró por primera vez, y le preguntó: “¿Ves algo?” (Marcos 8:23). El hombre podía ver, pero solo vagamente. Entonces Jesús oró y escupió en sus ojos nuevamente, después de lo cual su visión fue perfecta.


También hay sanidades instantáneas. Jesús le dijo a un leproso: “Sé limpio. Y al instante su lepra desapareció” (Mateo 8:3, RVR60). En otro ejemplo, en un momento, la suegra de Simón estaba en la cama con fiebre, pero al momento siguiente, ella había sido sanada por Jesús, y estaba esperando a Jesús, su yerno y los otros que habían venido con ellos a su casa. (Ver Marcos 1:30–31).


Las sanidades instantáneas pueden ocurrir incluso cuando la persona que ora o declara una sanidad no está físicamente con la persona que está enferma. En Juan 4:49–52, leemos sobre un incidente notable en el que el hijo de un oficial del rey estaba cerca de la muerte, y le rogó a Jesús que viniera y sanara al niño. Jesús pudo pronunciar una palabra de sanidad a una distancia tan efectiva como si hubiera tocado a la persona enferma. Este relato nos muestra el poder puro de una palabra de sanidad cuando Jesús la inicia.


No importa si las personas solicitan sanidad en su propio nombre; si alguien los trae para la sanidad (como sucede a menudo en el caso de niños o discapacitados graves); o si alguien viene como intermediario, buscando solo una palabra de sanidad para otro, como lo hizo el centurión. Con frecuencia, la persona que necesita sanidad ni siquiera la busca en absoluto, o requiere un poco de persuasión gentil para aceptar la idea. Este fue el caso del hombre cojo en el estanque de Betesda. (Ver Juan 5:1–9).


En lo que respecta a la sanidad, debemos asegurarnos de alinearnos con el tiempo de Dios. Recuerde cómo Jesús se demoró antes de ir a resucitar a Lázaro de la muerte. Evidentemente, no hubiera sido suficiente sanar la enfermedad mortal de Lázaro. En cambio, esperó hasta que fuera “demasiado tarde” para poder realizar un tipo de sanidad mucho más espectacular: una resurrección.


Muchas veces, la sanidad ocurre cuando alguien pone sus manos sobre el que necesita sanidad. Jesús y los miembros de la iglesia primitiva usaban esta práctica todo el tiempo. Aquí están algunos ejemplos:


Al ponerse el sol, la gente le llevó a Jesús todos los que padecían de diversas enfermedades; él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó. (Lucas 4:40, NVI)


Y sucedió que el padre de Publio yacía en cama, enfermo con fiebre y disentería; y Pablo entró a verlo, y después de orar puso las manos sobre él, y lo sanó. Cuando esto sucedió, los demás habitantes de la isla que tenían enfermedades venían a él y eran curados. (Hechos 28:8–9)


Y estas señales acompañarán a los que han creído: … sobre los enfermos pondrán las manos, y se pondrán bien. (Marcos 16:17–18)


Orar por los enfermos con la imposición de manos no es solo para individuos a quienes se les ha dado dones de sanidad. Es prerrogativa de todos los creyentes tener fe en la Palabra de Dios y orar por los enfermos. A veces, la imposición de manos incluye la unción con aceite, y a menudo la unción la realiza un líder de la iglesia. (Ver Marcos 6:13; Santiago 5:14–15).


Ocasionalmente (aunque se ha abusado de este método de sanidad de la liberación), se puede poner sobre los enfermos algo diferente a las manos, como una prenda de vestir de una persona ungida. Esto forma un punto de contacto para el que lo necesita. El siguiente relato tuvo lugar después de que Jesús había estado enseñando públicamente y realizando milagros por un tiempo, y Su reputación había comenzado a precederle.


Y dondequiera que Él entraba en aldeas, ciudades o campos, ponían a los enfermos en las plazas, y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que lo tocaban quedaban curados. (Marcos 6:56)


Más tarde, sucedió algo similar con Pedro y los otros apóstoles, como leemos en Hechos 5. En Éfeso, Pablo realizó “milagros extraordinarios”, algunos de los cuales fueron extra- extraordinarios porque ocurrieron por medio de prendas de vestir, sin Pablo estar presente. (Estos milagros deben haber sucedido de esta manera, ya sea por revelación directa sobre ellos o porque no había otra manera para que Pablo impusiera sus manos sobre todas las personas enfermas en la región). (Ver Hechos 19:11–12).


He estado en muchas reuniones donde abunda la fe y las personas traen pañuelos o prendas de vestir para orar y luego llevarlas a sus seres queridos enfermos. Notablemente, esto libera una atmósfera de fe, esperanza y amor en la que puede ocurrir una sanidad auténtica. Incluso cuando las personas no están sanadas, a menudo experimentan el consuelo especial del amor de Dios.


Personalmente, además de la oración directa y la imposición de manos, me apoyo mucho en el poder sanador básico de la Cena del Señor. La salud de nuestra relación con Dios y con los demás ayuda a determinar la salud de nuestros cuerpos físicos. (Ver 1 Corintios 11:28–30). Algunas sanidades requieren mucha oración preliminar para aclarar las cosas que impiden la sanidad.


Cuando usted participa de la Cena del Señor, está proclamando lo que el Señor ha hecho a través de Su muerte y resurrección. Recibe la limpieza del perdón y perdona a los demás. Se regocija en el hecho de que la sangre de Jesús ha triunfado sobre el poder del maligno. Recibe y da misericordia, proclama la vida sobre usted y se vuelve a someter al señorío de Jesús. ¿Qué podría ser más sanador que eso?


Forme parte del ejército sanador para los tiempos en que vivimos. Aparte su rostro de las necesidades de sanidad que claman por su atención, hacia nuestro Sanador y Gran Médico. Invoquemos dones de sanidades para toda forma de enfermedad que conocemos y también para condiciones de las que no hemos oído hablar, todo para la gloria de Dios.

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Acerca de este Plan

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Nos gustaría agradecer a Whitaker House por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.espanolwh.com/book-authors/james-w-goll/

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