Reflexiones ¡de Película! de PERSONAJES POLITICOSMuestra

   AMAZING GRACE

  William Wilberforce fue un ferviente político del siglo XVIII, defensor de los derechos humanos, y eterno luchador contra el tráfico de esclavos en Inglaterra. Su postura generó gran resistencia entre sus colegas del parlamento, ya que ellos mismos empleaban esclavos a bajo costo para sus empresas; o bien, los comercializaban como objetos de valor obteniendo cuantiosas ganancias. Observando en retrospectiva, es interesante notar que el amor de William por la humanidad y su libertad comenzaron en sus años de adolescente cuando escuchó a un predicador enseñar sobre el perdón de Dios. Pero de adulto, cuanto más se iba acercando a Dios, más debatía en su interior si dejar de lado la carrera política que tenía en pleno desarrollo – mediante la cual luchar por crear un mundo mejor – o bien, dedicarse a una vida de devoción recluido dentro de un templo para poder contemplar más de cerca a Dios. 

Estando en esa incertidumbre, William obtuvo la respuesta a través de unos visitantes providenciales que llegaron a su casa una noche a cenar. Ellos le dijeron: “Sr. Wilberforce, entendemos que está teniendo problemas para escoger entre hacer el trabajo de Dios o el trabajo de un activista político. Y humildemente le sugerimos, que usted puede hacer ambas cosas a la vez”. Este fue el consejo más acertado que le hubieran podido dar. 

Si bien su función política no sería sencilla ni placentera, su esfuerzo y perseverancia lograrían la libertad de cientos de esclavos que ya no sufrirían más la vida de servidumbre, lo cual William no hubiera podido lograr mediante la contemplación de Dios. Si él se hubiese dedicado a la vida devota en un claustro, seguramente hubiera aparentado ser más piadoso, y podría haber tenido más tiempo para pensar en Dios; pero su país no habría podido abolir la esclavitud, ni hacer las reformas en educación, salud y sistema penitenciario a las que se llegó mediante su política. 

Es que el servicio a Dios no se limita tan sólo a estar en un santuario y presidir cultos. Por el contrario, el trabajo más arduo y difícil lo encontraremos afuera, en la sociedad; alcanzando al frustrado, y trayendo esperanza a quienes sobreviven lejanos a Dios, buscando desesperadamente una respuesta a su existencia y una mejor calidad de vida.