Confiando En El Señor Cuando Tu Vida Se DesmoronaMuestra

Dios No Te Abandona

La crisis económica del 2008 se tomó los ahorros de toda una vida de millones de personas. Se llevó casas, negocios y sueños. Este fue uno de los años más difíciles de mi vida también.

Gracias a una beca, comencé mi primer semestre en la universidad. Mientras tanto en casa, tres personas sobrevivíamos con 4 dólares al días. En realidad, esto era una bendición ya que estábamos acostumbrados a vivir con un dólar diario. 

Aun así, no era suficiente. No teníamos dinero para comprar comida. Recuerdo la ocasional bendición de auyama hervida para la cena porque personas generosas nos la regalaban. Mi madre sufría de una hemorragia nasal, todas las noches; la presión económica no la dejaba descansar. Pensé que se iba a morir. 

Yo sufría de mareos constantes, no sabía que mis niveles de azúcar bajaban y subían porque no comía por días. Y a pesar de estos problemas, seguía estudiando. Ese mismo año, descubrimos que mi hermana había contraído la fiebre del dengue (fiebre hemorrágica). En pocos días, comenzó a acumular líquido, estaba presentando dificultad respiratoria, y hemorragia grave. Los médicos nos pidieron prepararnos para lo peor. Sin embargo, después de tres semanas, sobrevivió. 

En medio de estas dificultades que cambian la vida, me preguntaba: ¿Cómo lidias con la pobreza en este tipo de circunstancia? Me sentía desesperado, sin esperanza, y abandonado. Y no podía hacer nada, no podía sanar a mi hermana ni tampoco podía consolar a mi madre y menos podía mejorar nuestra situación económica. 

Filipenses se convirtió en mi libro favorito en medio de todo esto. Pablo les escribe a los cristianos de la iglesia de Filipo y les dice algo interesante: Alégrense.

¿Cómo aprendes a vivir en pobreza? ¿Dónde aprendes el secreto de ser feliz con hambre mientras sufres? Se cree que Pablo fue ejecutado después de escribir esta carta. ¿Dónde encontró Pablo tanto gozo y seguridad? Siempre me ha intrigado el rol del sufrimiento en nuestras vidas.

Dios usa nuestras debilidades y nos atrae hacia él a través del sufrimiento y el dolor. Los utiliza para que nos acordemos de lo pasajero que es este mundo y para que recordemos la seguridad eterna que tenemos en Él. Martin Lutero decía que “el sufrimiento nos sana rompiéndonos, nos traslada a lo más alto, llevándonos primero a lo más bajo, nos vacía de nuestra confianza en nosotros mismos para que podamos tener confianza en Dios, destruye nuestras lenguas jactanciosas para que podamos jactarnos aún más en Cristo”.

Ten claro que la vida cristiana no es una vida de victoria y poder. Pero tampoco es simplemente una vida en debilidad. Es una vida de poder en la debilidad, una vida vivida en una dependencia consciente del poder de Dios a través del Espíritu Santo. Dios usa nuestro sufrimiento para Su gloria. Él no nos abandona, y aún si perdiéramos la vida, podemos descansar en que nuestras vidas están escondidas en El, para siempre.