Persiguiendo La VerdadMuestra

Desafinado las reglas humanas
Juan 4:1-42

Jesús hizo lo que era impensable para un Rabino Judío — habló con una mujer Samaritana, pidiéndole una bebida de agua del pozo. Los rabinos judíos eran extremadamente cuidadosos para evitar acercarse a algo considerado impuro. Los Samaritanos eran despreciados por los judíos, y las mujeres Samaritanas eran consideradas perpetuamente «inmundas». Estaba prohibido que un judío bebiera de un recipiente que una mujer Samaritana había tocado. Jesús no tenía miedo de desafiar las reglas hechas por el hombre.

«¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy una mujer Samaritana?» Ella conocía las «reglas» y sabía que Él no las estaba observando con ese pedido. En una breve conversación con esta mujer Samaritana, Jesús amablemente, pero de una manera sobrenatural la confrontó con su pecado, abriendo su corazón para escuchar el mensaje.

Jesús reveló que Él era el Mesías, que había venido a traer salvación a los que creerían. Él no ignoró el pecado, sino que lo señaló, como lo hace tan amable y persistentemente con cada una de nosotras. Ella, volvió al pueblo pidiéndoles a todos que fueran a «Venid, ve a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?» (Juan 4:29). Su testimonio trajo un avivamiento, y muchos samaritanos creyeron en Jesús como el Mesías ese día. Al rogar que Jesús se quedara, permaneció dos días en la aldea samaritana. La mayoría de los rabinos hubieran evitado viajar cerca de esa cuidad y menos a través de ella.

Jesús nunca pierde la oportunidad de extenderle la mano a una oveja perdida, a los marginados y a los necesitados. Él nos ama a ti y a mi. No importa lo que hayamos hecho, Jesús hará todo por acercase a nosotras, atraernos a la salvación, y a una relación íntima con Él. Dedica un momento para agradecerle por buscarte. Dile el nombre de alguien que conoces que necesita salvación, y luego confía que Él lo buscará para salvación.