Todo sobre el Cielo - DueloMuestra

Algunos cristianos han pensado erróneamente que el duelo muestra falta de fe. De esa manera, sienten la necesidad de mantener la fortaleza en lugar de lidiar sinceramente con la dolorosa pérdida. Otros, sencillamente no pueden entender la profundidad del dolor que muestran viudos, huérfanos y padres desconsolados. ¡Es como si quisieran que todo regresara a lo normal! Eso normal ya no existe para los padres ni persona que han perdido un ser querido, y nunca más existirá.

El buen duelo es necesario, bíblico, divino y debe ser alentado. Jesús dijo ‘Dichosos los que lloran, porque serán consolados’. Eso es tanto una promesa de los labios del Creador Todopoderoso como una invitación al pueblo de Dios para ser parte de ese consuelo. De cualquier modo, para que exista el consuelo prometido, debe haber duelo. El duelo son lágrimas, llanto fuerte, gritos, dolor inimaginable y una continua sensación oscura, sombría y ensombrecida de pérdida. 

El buen duelo no desaparece. Puedes reprimirlo, ignorarlo, ocuparte para alejarlo, esconderlo, huir de él, pero siempre estará ahí escondido hasta el día en que encuentre la salida.

El buen duelo es el que nos permite hacer la transición a una nueva fase de existencia. Sí, los viudos deben aprender a vivir solos y los padres deben cargar con la sensación inimaginable de soledad que trae la muerte de su hijo o hija. Los hermanos deben luchar como los dolientes frecuentemente olvidados, al perder el amor de su hermano o hermana y los hijos, posiblemente lo más duro, deben lidiar con la pérdida de ambos padres. El duelo que trata sinceramente con el dolor es parte del proceso de sanidad.

Así que la vida nunca más será ‘normal’. A menudo se dice, y es muy cierto – no se supera, se sigue adelante con el dolor. Quienes han perdido a un ser querido dicen que es como perder una extremidad – nunca podrás sanar completamente pero aprendes a vivir de manera diferente para adaptarte.

El dolor te incapacita. Aún puedes hacer cosas, pero tus habilidades ya no son las de antes. 

Stephen Curtis Chapman, hablando de su canción El glorioso despliegue, describió que se hacía un ovillo por el dolor al ser cada día consciente de la pérdida. Se preguntaba si podría gritar lo suficiente como para quedarse sin voz. Como Gill y yo, él se forzó a decir: ‘¡Bendito sea el nombre del Señor!’ Como nos cuenta el libro de Job: "el SEÑOR ha dado; el SEÑOR ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!" (Job 1:21, NVI).