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Una simple invitación

Ser cristiano es mucho más que mantener una tradición, usar una etiqueta o seguir un código de ética. Jesús no vino a establecer una religión, sino a mostrarnos cómo tener una relación con el Padre. El enfoque de la religión está en nosotros, en cómo se supone que debemos comportarnos para ganar el favor de Dios. ¡Dios tuvo una mejor idea! En su gran amor por nosotros, envió a su Hijo con una simple invitación: ¡Ven y sígueme!

La invitación de Jesús no era unirse a una iglesia, identificarnos con calcomanías, usar joyas especiales o cualquier otra cosa que creamos que es ser cristiano. No nos desafió a comportarnos, pero nos llamó a creer y seguirlo. Su invitación fue vivir en una relación diaria con él, que te transforma la vida.

A veces las personas en la iglesia se preguntan si es posible una relación personal con Dios. Algunos se preguntan incluso, si Dios es real. Y así con todas nuestras dudas, heridas y desgarros, nos pusimos en marcha en busca de la buena vida. Eso es cierto para todos nosotros: todos queremos una buena vida. Entonces, Jesús llega con esta invitación para seguirlo. Se llama a sí mismo el Buen Pastor. Él sabe dónde está el buen pasto y nos llama, «¡Sígueme!» Cuando escuchamos esa invitación y dejamos el camino en el que estamos para seguirlo, él nos guía a esos buenos pastos y experimentamos la vida de alegría, así como el propósito que Dios pretende para nosotros.

Creo que una vez que escuchamos la invitación de Jesús, siempre hay una opción. Podemos seguir viviendo nuestra vida autodirigida, siguiendo nuestros deseos, nuestros apetitos y persiguiendo nuestros sueños, o bien, podemos renunciar a eso, seguir a Cristo y descubrir algo más profundo y rico de lo que jamás imaginamos.

En el Antiguo Pacto, Dios se relacionó con la nación de Israel al poner cierta distancia entre él y su pueblo, porque él es Santo. Puso en su lugar sacerdotes, los Diez Mandamientos, símbolos, tradiciones y fiestas. Básicamente, una relación condicional y transaccional que tenía la intención de señalarles su necesidad de un Salvador. Una relación transaccional, es decir: «Si haces esto, haré eso». Con mucha frecuencia la gente de Dios olvidó y no pudo cumplir con su parte del trato, sin embargo, Dios nunca dejó de amarlos.

El antiguo pacto conduce a este hermoso momento cuando Jesús vino a la tierra y marcó el comienzo de esta nueva forma de vida. ¡Debes darte cuenta de que es algo totalmente nuevo! Pero, aquí está el problema: si intentas vivir esta nueva vida que Cristo te da, a la forma antigua, bajo el antiguo pacto, te desgastará. ¡No es lo que Jesús pretendió en absoluto!

Bajo el nuevo pacto, Jesús apareció con una simple invitación, es una nueva y maravillosa manera de relacionarse con el Padre. Él nos invita, a ti y a mí, a abandonar nuestra forma autodirigida de seguirlo. Su vida se cambia por la mía... a través de su gracia.