Cuando nuestro arroyo se seca

Cuando se nos presenta a Elías por primera vez, Dios le dice que se esconda del rey Acab en el barranco de Querit. Elías acababa de declarar que no llovería en Israel hasta que él lo dijera, y Acab no era un gobernante muy clemente.

Durante su exilio, Elías bebía del arroyo en el barranco, y los cuervos le llevaban pan y carne cada mañana y tarde. Tampoco sabemos cuánto tiempo tuvo Dios a Elías allí, pero 1Reyes 17: 7 nos dice: "Algún tiempo después, se secó el arroyo..."

No sé si alguna vez se ha secado un arroyo en ti, no siempre se siente bien. Sucede cuando la provisión de Dios deja de venir desde una dirección en particular. Él estaba supliendo tus necesidades de alguna manera, pero luego se detuvo. Él no siempre te dice por qué, pero te está dando una señal. "Es hora de que sigas adelante. Tengo algo nuevo para que hagas".

Perder tu arroyo puede ser frustrante. Estabas cómodo. Las cosas comenzaban a funcionar bien, estabas volviéndote bueno al hacer lo que hacías. Estabas haciendo planes para construir una casa cerca de tu arroyo para poder quedarte allí para siempre. Entonces...¡sorpresa! Él te lo quitó.

Creo que sé por qué Dios nos quita los arroyos. Es porque nos gustan demasiado.

Cuando nos acomodamos, dejamos de crecer o de tener impacto en nuestro entorno. Al secar el arroyo, nos obliga a buscar Su provisión en otro lugar.

¿Y si Elías nunca hubiera dejado el arroyo? ¿Qué hubiera pasado si hubiera pateado el suelo reclamándole a Dios por lo mucho que le gustaba y se merecía el arroyo? ¿Qué hubiera pasado con la viuda y su hijo? ¿Quién habría obtenido la victoria contra los profetas de Acab? ¿Quién le habría pasado el manto a Eliseo?

No sirve de mucho quejarse cuando Dios seca nuestro arroyo. Está bien estar triste, pero cuanto antes nos levantemos y nos pongamos en marcha, más pronto podrá Él mostrarnos nuestra próxima tarea.

Señor, ayúdame a confiar en Ti cuando mi arroyo se seque. Dame tu Espíritu Santo para que me guíe a la obediencia cuando prefiera quedarme en el lugar cómodo que me diste. Llévame donde quieres que esté, quiero seguirte. Amén.

Este devocional fue provisto por Michael Kientz de Compassion International, Especialista en aprendizaje y desarrollo y abogado de menores