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El rencorMuestra

The Grudge

DÍA 5 DE 7

Perdón en el desierto



"Dios, de verdad estoy molesta contigo", murmuré mientras golpeaba mi Biblia contra mi gaveta de la mesa de noche. No se sentía ya como casa, no se sentía nada real. Por casi un año no me había sentido como yo misma, a medida que la ansiedad y la depresión arropaba mi mente.



Peleé, desesperadamente tratando de reclamar quién era antes—alguien que veía a Jesús como un amigo querido, conocía a Dios de una forma profundamente personal, y sentía al Espíritu moverse dentro y fuera en cada parte de mi día. Pero entre criar cuatro salvajes y maravillosos niños, haciendo malabares con el trabajo y animando a otros a confiar en Dios con todos sus corazones, había olvidado confiar en Él con el mío.



Estaba enojada de que Dios me dejara caminar en el desierto, esta temporada de no sentir Su presencia y sentirme atrapada en mi propia mente. Odiaba el desierto.



En mi enojo y frustración, me tomó meses encontrar la fuerza para abrir mi Biblia. Pasé la mayoría del tiempo gritándole a Dios. ¿Y sabes qué? Descubrí que Dios puede aguantarlo, puede aguantar mi enojo, puede aguantar mis berrinches, puede aguantárselo todo.



Un día finalmente encontré el valor de abrir mi Biblia y me descubrí a mí misma en la historia de Job. Quizá no había perdido mis ovejas (bueno, nunca tuve ovejas para empezar) o a mis hijos, o mi casa, pero había sentido el peso de los ataques del enemigo de todos lados. Sabía que, como Job, tenía el espacio para enojarme pero también para perdonar a Dios y recordar Su soberanía.



Aquí hay algunas cosas que aprendí acerca de cómo perdonar a Dios luego que has sido herido. Espero que te ayuden a caminar en el perdón también.



1. Recuerda que Dios siempre está obrando en todas las cosas para tu bien. Él puede permitir que pasen cosas malas. ¡Dios nunca prometió rayos de sol y rosas todos los días! Puede que los problemas y los pesares se acumulen al punto que estás gritándole a Él, pero Él lo puede aguantar, y siempre está trabajando para tu bien.



2. Permite que tu ofensa se convierta en la oportunidad para conocer a Dios más íntimamente. Sinceramente puedo decir que cada día oscuro en mi caminar con el Señor solo me ha llevado a estar más cerca de Él, incluso si le he gritado como una niñita rehusandose a comerse el brócoli en la cena. El desierto siempre nos puede acercar a Él.



3. Sé agradecido y bájale a la queja. A Dios no le gusta nuestra queja y discusión (Filipenses 2:14). Se nos dice que debemos ser agradecidos en todas las circunstancias, no por todas las circunstancias. Como le digo a mis hijos, ¡mira tu actitud, por favor!



4. Recuerda, Dios no ha hecho nada malo, pero aún así está bien perdonarlo. Esto fue clave para mi sanidad. Es fácil culpar a Dios cuando las cosas no salen como queremos porque creemos que Él no está para sostenernos, pero Dios no está en lo malo. Él nunca busca herirnos o hacernos sufrir sin razón, pero sigue estando bien perdonarlo porque nos puede ayudar a comenzar a ser sanados y a caminar en una relación más sana con Él.



Y déjame decirte, sanidad comenzó. Una sanidad que yo pensé que no sería posible en esos días que fueron los más oscuros y enojados del desierto. No estaba segura que llegaría al punto en el que perdonaría completamente a Dios, pero ahora puedo decir que estamos caminando en un nuevo ritmo que se siente como algo que nunca antes había conocido. Se siente fresco y diferente. Y nunca hubiese podido experimentar esta intimidad si no hubiese sido por ese desierto que tanto desprecié. Así que quizá el desierto no es tan malo después de todo.



—Kara-Kae, encontrando perdón en el desierto



Oración: Dios, gracias por Tu paciencia, bondad y gracia. Gracias por escuchar mi oración y ser capaz de manejar mis emociones, aún cuando estoy molesta y enojada contigo. Ayúdame a aceptar esas temporadas de desierto como oportunidades para redescubrir a Ti y a Tu bondad.


Día 4Día 6

Acerca de este Plan

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