Un minuto después de su muerteMuestra

Un pedazo de cielo

“Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”. -Jesús

El infierno es una sed que nunca se puede apagar, pero el cielo es la más maravillosa, la interminable Bebida que solo es más deliciosa con cada sorbo. Es maravillosa más allá de lo que nuestros sentidos humanos pueden probar, ver, oler, oír, tocar o pensar. 

Piense en los momentos a los que te ha referido como si fuesen "un pedazo de cielo". Tal vez fue ver a un ser querido por primera vez en mucho tiempo, una experiencia espiritual o estar frente a una belleza impresionante.. Lo que experimentaste no fue solo un pedazo de cielo, sino que experimentaste el hecho de que el cielo tiene un pedazo de ti. Dios puso la eternidad en tu corazón, y ha estado latiendo por el cielo desde entonces. 

Sin embargo, en nuestro mundo de inmediatez, es casi la norma confundir un pedazo de Cielo con el Cielo mismo. Pasamos nuestros días intentando lo que sea necesario para obtener un pedazo, y otro, aún insatisfechos. Esto no es nada nuevo. Es el error humano original de pensar que nosotros, los creados, podríamos encontrar algo un poco mejor que Dios, el Creador. Es esta misma noción en nosotros que desplaza la maravilla del cielo con nuestros pequeños pedazos de tierra.

Jesús estaba hablando directamente a esta tendencia cuando nos recordó que no almacenáramos tesoros en la tierra, sino el tipo de tesoros que pueblan el cielo. Jesús no borró las líneas entre el cielo y la tierra porque sabía la diferencia entre los dos de primera mano. Mientras estuvo en la tierra, nos pidió que oráramos a nuestro Padre, quien (señaló) "está en el cielo". ¿Recuerda lo que nos pidió que oremos? Que la voluntad de Dios sería "hecha en la tierra como en el cielo". Reconoció que ambos estaban separados, al mismo tiempo que nos confirmó que la elección del cielo comienza aquí, en la tierra. Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón. 

Ora: Dios, quiero que se haga tu voluntad en mi vida aquí en la tierra como en el cielo. Invito a tu gracia, tu presencia y tu Espíritu Santo a reemplazar mis deseos egoístas. Ayúdame a atesorar en la tierra lo que atesoras en el cielo.