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HISTORIA #3: El arrepentimiento ¿Por qué permite Dios que suframos? Hay varias respuestas a esta inquietante pregunta. Esta es una muy importante: porque no todo sufrimiento es malo; a veces el dolor es terapéutico, a veces el dolor nos ayuda a mejorar el oído y la memoria; a veces el dolor nos ayuda a ver la dolorosa necesidad que tenemos de Dios. “Volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros’”. Entonces se levantó y fue a su padre” (Lucas 15:17-20). Los consejeros saben que muchas veces hay que dejar que los alcohólicos toquen fondo antes de que decidan que están dispuestos a buscar ayuda. El dolor y la soledad que experimentó nuestro amigo pródigo quebrantaron su orgullo y lo llevaron a confesar sus horribles pecados. El estómago vacío le ayudó a reconocer que había ofendido gravemente a su padre y a su Dios. Le quedaba solamente un recurso: seguía siendo hijo de su padre, y decidió ir a pedirle clemencia humildemente. La Biblia nos hace esta promesa: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Hoy sería un buen día para que usted confiese.