Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. Si alguno no permanece en mí, es echado fuera como un sarmiento y se seca; y los recogen, los echan al fuego y se queman. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
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Uno de los regalos más misericordiosos que Dios pueda darnos es un conocimiento profundo y claro de nuestra dependencia en Él para todo. El vivir la vida cristiana se basa en nuestra total dependencia en la gracia de Dios, que recibimos a través de Jesucristo por el Espíritu Santo. En estos tres días, podrás reflexionar sobre por qué es necesario que dependamos en todas las cosas del Señor.
Cuando tienes la certeza de saber que en cualquier momento puedes acudir a los pies del Amado, de Jesucristo; tienes también la certeza de encontrar en Él, la paz, el consuelo, la fuerza y la esperanza que tanto necesitas en todo momento. Entonces, todo temor desaparece, toda debilidad deja de tener peso y toda inseguridad pierde fuerza. Comprendes que te basta Jesús para sentirte en plenitud.
Alguna vez, ¿jugaste a “ganarle” a tu sombra? ¿Buscaste una manera de separarte de ella? ¿Lo lograste? Durante estos días vamos a estar viendo distintos tipos de “sombras”, que nos acompañan a diario en nuestra vida. Por un lado, no podemos desprendernos de quienes somos. Por otro, necesitamos del que está a nuestro lado. Y en todo este proceso, está Dios, quien está, pase lo que pase.
En Juan 15:1-8, Jesús compara nuestra relación con Él con una vid y sus ramas. Nos insta a permanecer unidos a Él para dar fruto abundante. Este pasaje nos ofrece una poderosa imagen de conexión espiritual y promesa de vida plena en Cristo.
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