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DEUTERONOMIO INTRODUCCIÓN

INTRODUCCIÓN
1. Características generales
Las crónicas de los reyes de Judá narran que durante el reinado de Josías se emprendieron unas reparaciones en el Templo de Jerusalén, en el curso de las cuales —corría el año 622 a. C.— se descubrió el “Libro de la Ley”. Muy importante debía ser este libro cuando el rey, al enterarse de su contenido, rasgó sus vestiduras y envió unos delegados para que consultaran al Señor acerca de las palabras del libro encontrado. Los emisarios acudieron a la profetisa Julda, que respondió con dos oráculos referentes respectivamente a la desventura de Jerusalén y de sus habitantes, y a la ventura del rey. Luego Josías reunió a todo el pueblo en el Templo, les leyó el libro, hizo un pacto en el que, juntamente con el pueblo, se comprometía a cumplir lo mandado en él y, a continuación, acometió una vasta reforma en todo su reino.
Han sido muchos los eruditos que han identificado el “Libro de la Ley” con el Deuteronomio o, al menos, con una parte importante de él. En tiempos más recientes se ha puesto en tela de juicio esta identificación, pero en lo que la mayoría de los exegetas coinciden es en asociar el libro de Deuteronomio con la “reforma de Josías”, de tal modo que esta ha recibido igualmente el nombre de “reforma deuteronómica”.
2. Título y proceso de composición
Deuteronomio es el título que la Biblia griega (LXX) da a este libro, y significa “segunda ley”. Insinuaría, pues, que junto a las leyes dadas por Dios a su pueblo en el Sinaí y recogidas en Éxodo, Levítico y Números, el Señor volvió a proclamar estas leyes por medio de Moisés en las llanuras de Moab, a las puertas de la tierra prometida. Pero este título no acaba de encajar en el contenido del libro, que más que un código de leyes, es un conjunto de exhortaciones y de llamadas a Israel para que permanezca fiel al Señor. En la Biblia hebrea el libro es conocido por sus primeras palabras, es decir, Eleh Hadebarim (“estas son las palabras”).
El libro de Deuteronomio es el resultado de un largo y complejo proceso de formación sobre el que se han vertido distintas opiniones. Aquí nos limitamos a señalar dos momentos especialmente destacables de este proceso: en el primero, anterior al reinado de Josías, parece que el Deuteronomio constituyó una obra independiente y comprendía fundamentalmente una colección de leyes con su correspondiente introducción y conclusión; se trataría, al menos en su mayor parte, de los cps. 6—28. En la segunda fase (posterior a Josías, a la que pertenecen los cps. 1—5 y 29—34) el Deuteronomio, perdió su independencia original, pasando a formar parte de una obra más amplia: como cabeza de la llamada “historia deuteronomista”, primero, y como punto final del Pentateuco, después.
Así pues, en el libro de Deuteronomio desembocan las tradiciones primitivas de los cuatro primeros libros de la Biblia hebrea y de él parten las tradiciones más recientes de los libros siguientes (Josué, Jueces, 1-2 Samuel y 1-2 Reyes).
3. Contenido
El libro de Deuteronomio sitúa a sus lectores en un punto bien determinado del espacio y del tiempo. Después de cuarenta años de marcha por el desierto, los israelitas, bajo la dirección de Moisés, llegan a las llanuras de Moab, al este del río Jordán, frente a Jericó. De este modo culmina la etapa comenzada con el éxodo de Egipto y va a iniciarse una nueva: el paso a través del Jordán para tomar posesión de la tierra que el Señor les había prometido.
En este momento solemne, y con la mirada puesta en su muerte cercana, Moisés reúne por última vez a todo Israel y le entrega su “testamento” espiritual. En estas palabras de despedida, el gran legislador evoca las experiencias vividas en común e instruye a la comunidad sobre la forma de vida que deberá llevar a la práctica para ser realmente “el pueblo de Dios”. Al mismo tiempo, le advierte que de la fidelidad a los mandamientos y preceptos divinos dependerá la permanencia de los israelitas en el país que el Señor les ha dado como herencia (8,19-20).
En la parte central del libro se encuentra el llamado “código deuteronómico” (cps. 12—26), que comienza con una serie de disposiciones relativas a la centralización del culto en un santuario único (12,1-28). Alrededor de este núcleo legal se sitúan los dos discursos introductorios de Moisés (cps. 1—4 y 5—11) y los complementos y apéndices finales, en los que se entremezclan diversos temas y géneros literarios (cps. 27—33). En esta parte final están, asimismo, la referencia a la designación de Josué como sucesor de Moisés (31,1-8.23) y el relato de la muerte del gran líder antes de la entrada de los israelitas en la tierra prometida (cp. 34).
Como hacen los demás textos legales del Pentateuco, Deuteronomio proclama también la voluntad del Señor, que se manifiesta, sobre todo, en el mandamiento principal de amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (6,5). Pero hay una diferencia digna de mención entre la proclamación de la voluntad divina en las llanuras de Moab y la que tuvo lugar al concluirse la alianza del Sinaí. En el monte Sinaí (que en Deuteronomio siempre es designado con el nombre de Horeb), el Señor habla en primera persona; Moisés, por su parte, como mediador entre Dios y el pueblo de Israel, no hace más que transmitir textualmente las palabras recibidas del Señor (por ejemplo, Ex 20,1-2; 25,1-2). En Deuteronomio, por el contrario, es Moisés el que se dirige al pueblo en primera persona, de manera que el mensaje del Señor a Israel se comunica a través de las palabras de su profeta y portavoz, identificándose enteramente con ellas (Nm 5,22-27; 18,16). Por eso, Moisés puede hablar de las normas y preceptos que hoy te prescribo (4,40; 28,1). Esta distinta modalidad se pone también de manifiesto en las frases introductorias a sus dos grandes discursos (ver 1,1 y 4,44).
Deuteronomio proclama, sin duda, que el Dios de Israel es el Señor del cielo y de la tierra (10,14.17). Pero el mensaje que proclama con más insistencia no se refiere a la soberanía universal de Dios, sino a su especial relación con el pueblo de Israel: Yahvé —el Señor— es tu Dios. Relación particular que se expresa a través de la palabra pacto o alianza y que tiene su origen en el amor divino: el Señor amó a los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob, y en virtud de este amor, les prometió con un juramento que sus descendientes recibirían como herencia el país de Canaán (6,10). Esta promesa comenzó a cumplirse cuando el Señor hizo salir a Israel de Egipto (7,8) y lo condujo por el desierto con solicitud paternal (8,2-5). Pero ahora, cuando el pueblo se dispone a cruzar el Jordán para entrar en la tierra prometida, es decir, cuando la promesa está a punto de llegar a su pleno cumplimiento, Moisés los invita a tomar conciencia de su responsabilidad y a corresponder al amor de Dios con una entrega y una fidelidad total (11,1; 30,15.19).
4. Características literarias
Desde el punto de vista formal, en Deuteronomio se dan cita cuatro tipos de textos: narrativos, legales, parenéticos y poéticos. Los textos predominantes son los legales, que ocupan la parte central del libro, comúnmente conocido como Código Deuteronómico (cps. 12—26). A este grupo se puede añadir también el Decálogo (5,6-21). La parte narrativa se encuentra principalmente al comienzo y al final del libro (cps. 1—3; 29—31; 34). En otras partes del libro también se encuentran breves perícopas narrativas. Los elementos parenéticos o exhortativos se ubican en diferentes lugares del libro y suelen acompañar a las leyes o ir entrelazados con las narraciones. Por último, los textos poéticos se hallan al final del libro (cps. 32—33), y forman el colofón del libro. Aparte de estos cuatro tipos de textos, en Deuteronomio también se encuentran relatos de bendición y maldición, especialmente en los cps. 27—28.
Entre todos los escritos del AT, Deuteronomio destaca por su estilo peculiar. Su lenguaje es solemne, pero al mismo tiempo directo, retórico y persuasivo, pues procura suscitar una incondicional fidelidad al Señor. Con el recurso a los elementos parenéticos se crea un estilo que quiere hablar directamente al corazón. Otra característica muy llamativa del estilo de Deuteronomio es el cambio frecuente del “tú” al “ustedes”, en un versículo o en versículos contiguos que forman parte de una misma sentencia. Esta alternancia no es un procedimiento propio de este libro, sino que se da también en algunos textos extrabíblicos y en otros textos del AT, aunque con menos frecuencia.
5. Estructura del libro
Algunos autores califican a Deuteronomio como discurso de despedida de Moisés al pueblo. En realidad, a juzgar por los diferentes títulos que jalonan el libro y por otros rasgos formales y temáticos, Deuteronomio está compuesto por tres grandes discursos rematados por una sección final en la que se recogen las últimas disposiciones de Moisés y la noticia de su muerte. En el marco del segundo discurso se ha insertado el llamado Código Deuteronómico, con lo que cabría estructurar el conjunto de la siguiente manera:
I.— PRIMER DISCURSO DE MOISÉS (1,1—4,43)
II.— SEGUNDO DISCURSO DE MOISÉS (4,44—11,32)
III.— EL CÓDIGO DEUTERONÓMICO (12,1—26,15)
IV.— CONCLUSIÓN DEL SEGUNDO DISCURSO (26,16—28,68)
V.— TERCER Y ÚLTIMO DISCURSO DE MOISÉS (28,69—30,20)
VI.— DESPEDIDA Y MUERTE DE MOISÉS (31—34)
6. Claves teológicas
Deuteronomio es uno de los libros teológicamente más densos y ricos del AT. En su tejido teológico se dan cita cinco elementos que juegan un papel decisivo: un Dios, un pueblo, una tierra, un santuario y una ley. A ellos se enganchan otros temas como la elección, la alianza, las bendiciones y maldiciones, etc. Cada uno de estos temas posee su propia entidad, pero a menudo se hallan entrelazados, dando lugar a un rico entramado teológico conjunto.
La fórmula central de la alianza es: El Señor es el Dios de Israel, e Israel es el pueblo del Señor (26,17-19). La unidad de Dios se proclama solemnemente desde el principio (6,4). De entre todos los pueblos, el Señor eligió a Israel como pueblo de su propiedad (7,6). Tal elección creaba lazos especiales entre Dios y el pueblo de Israel e implica una separación de las demás naciones. Israel no debe actuar como el resto de los pueblos; es un pueblo santo y consagrado al Señor, y como tal ha de vivir, amándolo, alabándolo y reconociéndolo como único Dios y Señor.
Los bienes que posee Israel, y en especial la tierra, le vienen de Dios. Tanto su conquista como la fuerza para trabajarla y sacar sus riquezas proceden del Señor, no de Israel ni de los otros dioses o pueblos. Por esto, Israel no ha de vanagloriarse, pero tampoco debe temer, sino confiar en el Señor. Asentado en la tierra de Canaán, el pueblo necesita un reglamento para vivir en sociedad; es decir, una ley por la que regirse. En el libro de Deuteronomio aparecen muchos términos que hacen referencia a esta ley: se habla de normas, preceptos, mandatos, etc. Ser fiel a la ley equivale a ser fiel al Señor. Cumplir los mandamientos es igual a respetar al Señor, amarlo y servirlo (10,12ss). Del cumplimiento de las leyes depende la vida y la bendición del pueblo (28,1-11).
Digamos, finalmente, que la moral que se propone en este libro es una moral lúcida, sólida y razonada. El libro de Deuteronomio propugna una ética del amor y la gratuidad, una ética que hace de la fidelidad a la alianza una cuestión fundamental (30,15-20).
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