Logo de YouVersion
Ícono Búsqueda

Salmos 102:1-28

Salmos 102:1-28 TLA

1-2 (2-3) Dios mío, escucha mi oración; atiende a mis ruegos. No tardes en responderme cuando te llame; no me des la espalda cuando me encuentre angustiado. 3 (4) La vida es como el humo y se me escapa. Los huesos me arden de dolor; parecen carbones encendidos. 4 (5) Me siento muy afligido; hasta parezco hierba marchita. ¡Ni ganas de comer tengo, y hasta los huesos se me ven! 5 (6) ¡Es muy grande mi angustia! 6-7 (7-8) Estoy tan triste y solitario como un buitre en el desierto, como un búho entre las ruinas, como un gorrión sobre el tejado. ¡Hasta he perdido el sueño! 8 (9) No pasa un solo día sin que mis enemigos me ofendan; ¡hasta me echan maldiciones! 9 (10) Mi comida y mi bebida son mi propio llanto. 10 (11) ¡Te enojaste, te llenaste de furia! ¡Me levantaste, para derribarme después! 11 (12) Mi vida va pasando como las sombras en la noche; ¡me estoy marchitando como la hierba! 12 (13) Pero tú, mi Dios, eres el rey eterno y vives para siempre. 13-14 (14-15) Un día te levantarás y tendrás compasión de tu pueblo. ¡Ese día ha llegado! ¡Ya es tiempo de que lo perdones! Nosotros estamos a tu servicio y amamos a la ciudad de Jerusalén; ¡verla en ruinas y entre escombros nos causa mucho dolor! 15 (16) Dios mío, todas las naciones te adorarán; todos los reyes de la tierra reconocerán tu grandeza. 16 (17) Tú reconstruirás a Jerusalén y así demostrarás tu poder. 17 (18) Prestarás toda tu atención a los ruegos de los desamparados, y no dejarás de atenderlos. 18 (19) Que esto quede por escrito para los que aún no han nacido; para que alabe a Dios el pueblo que está por nacer. 19 (20) Mientras Dios miraba desde su palacio celestial, se fijó en la tierra; 20 (21) al escuchar los lamentos de los presos condenados a muerte, los puso en libertad. 21 (22) Por eso en Jerusalén se alaba su nombre; por eso en Jerusalén se le cantan alabanzas. 22 (23) Todos los pueblos y reinos se juntan para adorarlo. 23 (24) En el transcurso de mi vida, Dios usó su poder para humillarme y para acortar mi existencia. 24 (25) Entonces le rogué: «Para ti, Dios mío, los años no tienen fin; ¡no me lleves en plena juventud! 25 (26) En el principio tú afirmaste la tierra; tú mismo hiciste los cielos, 26 (27) pero se irán gastando, como la ropa, y un día, los destruirás. Pero tú te mantendrás firme; 27 (28) siempre serás el mismo, y tus años no tendrán fin. 28 (29) Nuestros hijos y nuestros nietos estarán a tu servicio, como lo estamos nosotros, y vivirán contigo para siempre».

YouVersion utiliza cookies para personalizar su experiencia. Al usar nuestro sitio web, acepta nuestro uso de cookies como se describe en nuestra Política de privacidad