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Lamentaciones 3:1-66

Lamentaciones 3:1-66 TLA

Y o soy el que ha sufrido el duro castigo de Dios. Él me forzó a caminar por los caminos más oscuros; no hay un solo momento en que no me castigue. O scura tumba es mi vida; ¡es como si ya estuviera muerto! Dios me rodeó por completo de la miseria más terrible. Me dejó sin fuerzas; ¡no tengo un solo hueso sano! S e niega Dios a escucharme, aunque siempre le pido ayuda. A cada paso me pone tropiezos y me hace perder el camino. Me tiene preso y encadenado. ¡No puedo escaparme de él! O bjeto soy de sus ataques; ¡soy el blanco de sus flechas! Como animal feroz me vigila, esperando el momento de atacarme. ¡Me obliga a apartarme del camino para que no pueda defenderme! Y a me partió el corazón con sus terribles flechas. Dios ha llenado mi vida de tristeza y amargura. Todo el día y a todas horas, la gente se burla de mí. E stoy completamente derrotado, porque Dios me hizo caer. Ya no tengo tranquilidad; la felicidad es solo un recuerdo. Me parece que de Dios ya no puedo esperar nada. L os más tristes recuerdos me llenan de amargura. Siempre los tengo presentes, y eso me quita el ánimo. Pero también me acuerdo de algo que me da esperanza: S é que no hemos sido destruidos porque Dios nos tiene compasión. Sé que cada mañana se renuevan su gran amor y su fidelidad. Por eso digo que en él confío; ¡Dios es todo para mí! I nvito a todos a confiar en Dios porque él es bondadoso. Es bueno esperar con paciencia que Dios venga a salvarnos, y aprender desde nuestra juventud que debemos soportar el sufrimiento. E s conveniente callar cuando Dios así lo ordena. Y olvidar la venganza cuando alguien nos golpea. Debemos esperar con paciencia que Dios venga a ayudarnos. R ealmente Dios nos ha rechazado, pero no lo hará para siempre. Nos hace sufrir y nos aflige, pero no porque le guste hacerlo. Nos hiere, pero nos tiene compasión, porque su amor es muy grande. V iolar los derechos humanos es algo que Dios no soporta. Maltratar a los prisioneros o no darles un juicio justo, es algo que Dios no aprueba. ¡ O ye bien esto: Nada puedes hacer sin que Dios te lo ordene! ¡Todo lo bueno y lo malo pasa porque él así lo ordena! ¡No tenemos razón para quejarnos si nos castiga por nuestros pecados! S i pecamos contra Dios, y él no quiere perdonarnos, pensemos en qué lo hemos ofendido. Dirijamos al Dios del cielo nuestras oraciones más sinceras, y corrijamos nuestra conducta. U na nube envuelve a Dios; no le deja escuchar nuestra oración. Lleno de enojo, Dios nos persigue; nos destruye sin ninguna compasión. Nos ha expuesto ante las naciones como si fuéramos lo peor. F uimos la burla del enemigo. Sufrimos en carne propia los horrores de la destrucción. Cuando vi destruida mi ciudad no pude contener las lágrimas. R ealmente me duele ver sufrir a las mujeres de Jerusalén. Se me llenan de lágrimas los ojos, pero no hay quien me consuele. ¡Espero que desde el cielo Dios nos mire y nos tenga compasión! ¡ I ntentaron matarme, y no sé por qué razón! Mis enemigos me atraparon, me encerraron en un pozo. Estuve a punto de ahogarme; ¡creí que había llegado mi fin! E n la profundidad de ese pozo te pedí ayuda, Dios mío, y tú atendiste mis ruegos; ¡escuchaste mi oración! Te llamé, y viniste a mí; me dijiste que no tuviera miedo. N o me negaste tu ayuda, sino que me salvaste la vida. Dios mío, ¡ayúdame! Mira el mal que me causaron, mira el mal que piensan hacerme, ¡quieren vengarse de mí! T ú sabes cómo me ofenden; tú sabes que me hacen daño. Tú bien sabes que mis enemigos siempre hacen planes contra mí. ¡Míralos! No importa lo que hagan, siempre están burlándose de mí. ¡ E spero que los castigues con toda tu furia! ¡Bórralos de este mundo! Mi Dios, ¡dales su merecido por todo lo que han hecho! ¡Maldícelos y hazlos sufrir!

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