»Al llegar a este punto, mi corazón se acelera como si fuera a salírseme del pecho. ¡Escucha, escucha el estruendo de su voz, el ruido estrepitoso que sale de su boca! Lanza sus rayos bajo el cielo entero; su resplandor, hasta los confines de la tierra. Sigue luego el rugido majestuoso de su voz; ¡ella resuena y no retiene sus rayos! Dios hace tronar su voz y se producen maravillas: ¡Dios hace grandes cosas que rebasan nuestra comprensión! A la nieve ordena: “¡Cae sobre la tierra!”, y a la lluvia: “¡Muestra tu poder!”. Detiene la actividad humana para que todos reconozcan sus obras. Los animales buscan abrigo y se quedan en sus cuevas. De las constelaciones del sur viene la tempestad; de los vientos del norte, el frío. Por el aliento de Dios se forma el hielo y se congelan las masas de agua. Con agua de lluvia carga las nubes y lanza sus relámpagos desde ellas; y estas van de un lado a otro, por toda la faz de la tierra, dispuestas a cumplir sus mandatos. Por su bondad, hace que vengan las nubes, ya sea para castigar o para bendecir.
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