El faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón a toda prisa y les dijo: «He pecado contra el SEÑOR su Dios y contra ustedes. Yo les pido que perdonen mi pecado una vez más, y que rueguen por mí al SEÑOR su Dios, para que por lo menos aleje de donde yo estoy esta plaga mortal». En cuanto Moisés salió de la presencia del faraón, rogó al SEÑOR, y el SEÑOR hizo entonces que el viento cambiara, y que un fuerte viento del oeste se llevara las langostas y las echara al mar Rojo. En todo Egipto no quedó una sola langosta. Pero el SEÑOR endureció el corazón del faraón y este no dejó que los israelitas se fueran. El SEÑOR dijo a Moisés: «Levanta los brazos al cielo, para que todo Egipto se cubra de tinieblas, ¡tinieblas tan densas que se puedan palpar!». Moisés levantó los brazos al cielo, y durante tres días todo Egipto quedó envuelto en densas tinieblas. Durante ese tiempo los egipcios no podían verse unos a otros ni moverse de su sitio. Sin embargo, en todos los hogares israelitas había luz.
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