Pues Dios ofreció a Jesús como el sacrificio por el pecado. Las personas son declaradas justas a los ojos de Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida al derramar su sangre. Ese sacrificio muestra que Dios actuó con justicia cuando se contuvo y no castigó a los que pecaron en el pasado, porque miraba hacia el futuro y de ese modo los incluiría en lo que llevaría a cabo en el tiempo presente. Dios hizo todo eso para demostrar su justicia, porque él mismo es justo e imparcial, y a los pecadores los hace justos a sus ojos cuando creen en Jesús. ¿Podemos, entonces, jactarnos de haber hecho algo para que Dios nos acepte? No, porque nuestra libertad de culpa y cargo no se basa en la obediencia a la ley. Está basada en la fe. Así que somos hechos justos a los ojos de Dios por medio de la fe y no por obedecer la ley.
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La amargura es algo que envenena nuestra alma. Cada vez vemos a personas, aun creyentes, dominados por este terrible mal. Sin embargo, podemos vencerla cuando conocemos el pacto que Dios hizo por su pueblo, cancelando la enemistad por la paz y la inseguridad por la santidad. El maestro John Piper le invita a conocer sobre la raíz de la amargura y cómo vencerla.
Este plan te guiará a través del hermoso tema de la gracia; y, solamente la gracia. Leemos en Romanos 3:21-28 donde Pablo escribe esta carta para ayudarnos a comprender mejor la gracia y practicarla con los demás. Atravesamos el corazón del argumento de Pablo, que muchos eruditos creen que es el centro de todo el evangelio. Este plan simplifica el tema de la gracia y explica que no es por obras; no se gana, sino es por el regalo más increíble y costoso que se nos ha ofrecido.
Somos hijos de Dios y como hijos suyos vivimos con propósito, con el propósito de testificar a Cristo Jesús en todo momento y en todo lugar. Somos por Él, en Él y para Él.
El Nuevo Testamento continúa explicando el Evangelio a las personas que ya lo recibieron porque, como humanos, nos cuesta recordar lo que Dios ha hecho para salvarnos. Tenemos paz con Dios el juez porque Cristo tomó nuestra condenación sobre sí mismo. Sin embargo, Dios el Padre todavía disciplina a sus hijos. Como cristiano, ¿cómo trato con una conciencia culpable? Confieso y me arrepiento de mis pecados.
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