Mantenme a salvo, oh Dios, porque a ti he acudido en busca de refugio. Le dije al SEÑOR: «¡Tú eres mi dueño! Todo lo bueno que tengo proviene de ti». ¡Los justos de la tierra son mis verdaderos héroes! ¡Ellos son mi deleite! A quienes andan detrás de otros dioses se les multiplican los problemas. No participaré en sus sacrificios de sangre; ni siquiera mencionaré los nombres de sus dioses. SEÑOR, solo tú eres mi herencia, mi copa de bendición; tú proteges todo lo que me pertenece. La tierra que me has dado es agradable; ¡qué maravillosa herencia! Bendeciré al SEÑOR, quien me guía; aun de noche mi corazón me enseña. Sé que el SEÑOR siempre está conmigo. No seré sacudido, porque él está aquí a mi lado. Con razón mi corazón está contento y yo me alegro; mi cuerpo descansa seguro. Pues tú no dejarás mi alma entre los muertos ni permitirás que tu santo se pudra en la tumba. Me mostrarás el camino de la vida; me concederás la alegría de tu presencia y el placer de vivir contigo para siempre.
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