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Piense en el Dinero a la Manera de Dios: Todo es de Él

Un cajero de banco mira su caja de efectivo al final del día y dice: “Es mío”. Necio. Un operario de maquinaria pesada planea irse a su casa conduciendo la motoniveladora con la que ha trabajado todo el día. “Es mía”, dice. Necio. El joven empleado de una joyería mira las piedras preciosas que hay en la vitrina, y dice “son mías”. Muy necio. Esas personas reclaman cosas que no tuvieron origen en ellas y que no les pertenecen.

Una de las razones por las que la teoría de la evolución le hace un gran daño al cristianismo es que niega la obra y la propiedad del Creador. El rey David expresó un verdad bella, brillante: “De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan” (Salmo 24:1). Todo lo que hay en el universo llegó a la existencia por el sonido y el poder de su palabra creadora. Todo lo que hay en el universo tiene un propósito maravilloso de amor, y todo lo que hay en el universo le pertenece absolutamente, categóricamente a Dios.

Esta forma de pensar es un comportamiento aprendido, y es necesario volverlo a aprender constantemente. El Gran Cañón es de Dios. La Cordillera de los Andes le pertenece a Dios. El océano Atlántico le pertenece a Dios. El contenido de mi billetera, mi chequera, mis inversiones, y mi pensión de jubilado le pertenecen a mi Dios. Y me permite disfrutarlos y usarlos para él. Eso es bueno.