20/20: La visión de Dios para mi vidaMuestra

¡Inocente!

Por Kam Hunt

No es suficiente darle a un hombre nuevos pantalones, un trabajo ni educación universitaria para que sea totalmente salvo. Todas estas cosas son externas, si el interior no cambia, has desperdiciado tu labor. Debes, de alguna manera, injertar la nueva naturaleza del hombre, que contiene el elmento de lo divino. William Booth

¿Alguna vez conociste a un criminal convicto que admitiera abiertamente “Yo lo hice”? Probablemente no. Creo que el único lugar donde oirás a alguien admitir su culpa abiertamente es en los programas de televisión como Matlock o Le ley y el orden. En la vida real, es difícil para nosotros admitir que somos culpables. Puede haber una cantidad impresionante de evidencias que prueban nuestra culpa, pero las palabras “yo no lo hice” parecen ester siempre en la punta de nuestras lenguas.

Cuando se trata de ser pecadores, la evidencia en nuestra contra es insuperable. Pablo lo dijo mejor en Romans 3:9–12: “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. 

De acuerdo con lo que dice la Biblia, ninguno se libra de esta verdad. Romanos 3:23 dice, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,” ¿Lo entiendes? Todos somos pecadores por naturaleza. Como ejemplo concreto: Hace poco le pregunté a mi hijo de dos años “¿Tienes las llaves del coche de papá?” Su respuesta inmediata y deliberada fue “¡No!” Mientras tanto, ¡yo podía oír las llaves haciendo ruido en su bolsillo! Cada uno de nosotros, sin importar quién somos, somos pecadores. ¿Alguna vez has mentido? ¿Has hecho trampa? ¿Has robado? ¿Has codiciado? ¿Has sido orgulloso? Entonces eres culpable de pecado.

Apocalipsis 12:10 identifica a Satanás como nuestro acusador, “el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.” Es como un fiscal que presenta cargos en nuestra contra sin tregua y busca recordarle a Dios constrantemente que somos pecadores. A pesar de que Satanás es nuestro acusador, gracias a Dios, no es nuestro juez. Dios es nuestro Juez, y Él tiene la última palabra.

Nuestro Padre Clestial sabe que algunas veces no logramos salir victoriosos de nuestras luchas. Sabe que Satanás está en batalla espiritual constante para alejarnos de Él. Dios sabe esto porque por el pecado que entró al mundo, somos caídos y estamos sujetos a un deseo insaciable de pecar. Él sabe que nuestro pecado creó una división enorme entre Él y la humanidad. Y Dios decidió diseñar un plan de redención para toda la creación. ¡Envió a Jesucristo—Su Hijo—para llevar la culpa de los pecados que nosotros cometimos!

¿Puedes imaginarte ir a prisión por el crimen de otro? ¿Y qué tal enfrentar la pena de muerte por un amigo? Tengo amigos a los que amo, pero si soy honesto, sería muy difícil que yo fuera a prisión por algo que ellos hicieron. ¡Pero eso es exactamente lo que Jesús hizo por nosotros! La noche antes de ser crucificado, Jesús dijo a los discípulos, “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.” (Juan 15:13). Unas horas más tarde, estaba de rodillas en el huerto de Getsemaní y mientras en su rostro había sudor como gotas de sangre, oraba a Dios diciendo “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” Y porque era la voluntad de Dios que tú fueras libre, Jesús, voluntariamente escogió servir tu sentencia. Cuando aceptas a Cristo como tu Señor y Salvador, ¡los cargos en tu contra son retirados, y el caso de Satanás es desechado! ¡Bendito sea Dios…eres declarado inocente!

Versículo de memoria

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.Efesios 2:8–9