La Palabra que salva

¿Plantar una simple semilla puede realmente salvar? Sí. Lo vemos en desiertos transformados en jardines, en tierras áridas que vuelven a florecer gracias a una pequeña semilla bien cuidada. Y si esto es posible en lo natural, cuánto más lo será en lo espiritual.

La Palabra de Dios es como una semilla. Cuando es plantada en el corazón con amor y dedicación, tiene el poder de cambiarlo todo. No solo mejora la vida de quien la recibe, sino que la hace floreciente, fructífera, llena de vida, capaz de llevar esperanza también a quienes le rodean. Es una transformación que muchas veces no se puede explicar, solo observar con asombro.

La Palabra no es solo información o enseñanza: es vida. Y donde hay vida, hay movimiento, cambio, salvación. Incluso en el corazón más árido, la Palabra puede echar raíces profundas y producir una abundante cosecha.

La salvación no comienza con grandes gestos, sino con una semilla recibida con humildad. Es un milagro silencioso pero poderoso, que nace de la escucha, crece con la fe y se cumple con la gracia.

Oración: Señor, planta Tu Palabra en mí y hazme vivir una vida que dé fruto. Amén.