Timoteo: el joven tímido

Timoteo, un joven discípulo de Pablo, es uno de los ejemplos más hermosos de cómo Dios puede usar incluso a los jóvenes o tímidos para realizar un gran propósito. Criado por una madre cristiana, Eunice, y por su abuela, Loida, quienes lo instruyeron en la fe, Timoteo recibió la influencia de una sólida formación espiritual. Sin embargo, su temperamento era tímido y vulnerable.

Pablo lo conoció durante uno de sus viajes misioneros y lo invitó a unirse a él en su obra, reconociendo en él un corazón lleno de celo por el Señor. Al principio, Timoteo no era un líder natural, pero su devoción a Dios y su amor por la verdad lo convirtieron en un compañero valioso para Pablo. A pesar de su juventud y de su timidez natural, Pablo lo animaba continuamente a no dejarse intimidar, exhortándolo a ser fuerte en la fe y a no permitir que nadie despreciara su juventud.

Timoteo enfrentó muchas dificultades en su camino: debía dirigir una Iglesia con desafíos internos, persecuciones y falsas doctrinas. Pero Pablo, aun estando lejos, le escribió cartas de ánimo, exhortándolo a continuar en su llamado y a mantenerse firme en la fe, incluso cuando las circunstancias parecían difíciles. Pablo le recordó que “Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”.

Así, Timoteo se convirtió en uno de los más grandes colaboradores de Pablo y en una figura clave en las primeras comunidades cristianas. Su historia nos recuerda que, aunque podamos sentirnos inseguros o incapaces, Dios nos equipa para Su servicio; nuestra edad o nuestros temores tienen poca importancia: con Dios podemos hacer cosas extraordinarias.

Como Timoteo, también nosotros podemos sentirnos tímidos, inseguros o poco preparados para lo que Dios nos pide. Sin embargo, Dios no mira nuestras debilidades, sino nuestra disposición. Su fuerza es perfecta en nuestras debilidades y, cuando confiamos en Él, nos usa para hacer una diferencia eterna. Nuestra fe, si es alimentada y vivida con constancia, se convierte en un testimonio poderoso, a pesar de nuestras inseguridades.

Espero que tu corazón haya sido tocado por el Espíritu Santo y que comiences desde ahora a verte como Dios te ve.

Dios te bendiga,
Carmelo Orlando.