Jeremías: el joven inseguro

Jeremías, cuando Dios lo llamó, no era un hombre fuerte o seguro de sí mismo. Al contrario, era un muchacho lleno de inseguridades. Cuando el Señor le habló para confiarle la misión de profeta a las naciones, su reacción fue inmediata: “—¡Oh SEÑOR Dios[a]! He aquí que no sé hablar, porque soy un muchacho”.

Como muchos otros llamados por Dios, Jeremías se sentía inadecuado. La tarea que Dios le asignaba era difícil: debía predicar a un pueblo rebelde y anunciar juicios severos. Se sentía demasiado pequeño, inexperto, incapaz de enfrentar tal responsabilidad.

Pero Dios no aceptó sus excusas. Le respondió con firmeza: “—No digas: “Soy un muchacho”; porque a todos a quienes yo te envíe tú irás, y todo lo que te mande dirás.”. No solo eso, Dios le prometió Su protección y puso Sus palabras en su boca, equipándolo para el ministerio.

La vida de Jeremías no fue fácil: fue perseguido, encarcelado y rechazado por su propio pueblo. Y, sin embargo, Dios siempre estuvo con él, convirtiéndolo en una de las voces proféticas más poderosas de la Biblia.

También nosotros, como Jeremías, podemos sentirnos demasiado pequeños, inexpertos o incapaces de cumplir lo que Dios nos llama a hacer. Pero Dios no se basa en nuestras capacidades: cuando llama, Él mismo provee la fuerza, las palabras y el valor que necesitamos. No debemos dejarnos detener por nuestras inseguridades, porque nuestra capacidad proviene de Dios.