La fe más allá de la experiencia

Después de una noche entera sin haber pescado nada, la experiencia le decía que intentar de nuevo sería inútil. Pero a la palabra de Jesús, echa otra vez las redes y presencia algo nunca visto: una pesca tan abundante que las redes se rompían y llenaban dos barcas.

Lo que hace aún más extraordinario el milagro es que, a pesar de que las redes se rompían, los peces seguían aumentando. Aquí la lógica se detiene y deja espacio a la fe. Cuando Dios actúa, la misma realidad es transformada.

Este principio es claro también en la vida de Abraham. Todo le decía que tener un hijo era imposible, pero eligió creer en la promesa de Dios en lugar de en los límites de la naturaleza. La fe no se detiene ante las probabilidades, sino que se confía completamente en lo que Dios ha dicho.

Otra historia emblemática es la de la viuda de Sarepta. Con un último puñado de harina y un poco de aceite, estaba lista para morir de hambre con su hijo. Pero Dios, a través de Elías, le pidió un acto de confianza. Ella obedeció y vio el milagro: sus provisiones no se acabaron más.

Pedro, aquella mañana, aprendió una lección poderosa: la fe no se basa en lo que parece posible, sino en lo que Dios ordena. Y cuando se toma a Dios en Su palabra, el resultado siempre va más allá de toda expectativa.