¡Elige Tu Palabra! Una Práctica De Año Nuevo Para Una Vida De RendiciónMuestra

Después de elegir nuestra palabra, ¿cómo pasamos a vivirla en la práctica?
Mi respuesta este año ha sido usar un modelo de dos niveles para aplicarlo tanto a la vida como al ministerio.

“Tuyo” es un reconocimiento del Señor: una declaración.

En 1 Crónicas 29, observo que David reconoce la importancia del Señor tanto en la vida personal como en la vida de la nación. Acepta la verdad de que el Señor es verdadero y digno para todos. También percibo que valora profundamente a Aquel que lo ha sostenido y cuidado a él y a su pueblo. Este reconocimiento no es un simple acto de cortesía, sino una expresión de legítima gratitud.

El versículo de 1 Crónicas 29:11 también comienza destacando el “quién”. La palabra “Tuyo” afirma que existe un Quién real y absoluto como fundamento y ancla de toda existencia. Dios es el primero en la historia —eterno, antes que toda realidad— y, por lo tanto, la fuente y el origen de todo conocimiento y sabiduría: ¡Tuyos, Señor!

Así como un autor reconoce con respeto y gratitud a quienes lo han inspirado, editado o ayudado, la palabra “Tuyo” me lleva más allá de una simple muestra de gentileza hacia el Señor. “Tuyo” expresa un reconocimiento profundo y consciente hacia Aquel que tiene más valor que cualquier otro. Esta palabra viene acompañada de una lista incomparable de expresiones supremas —sin exageración alguna—, mientras el autor parece quedarse sin espacio, sin tiempo, sin palabras y sin aliento para describir por completo a Aquel a quien le debe todo.

Hace poco necesité los servicios de un notario público. Su función es actuar como testigo imparcial para garantizar la autenticidad de los documentos y la identidad de quien los firma. El notario me pide expresar verbalmente mi consentimiento, y luego firma para confirmar mi disposición a hacerlo. En otras palabras, ¡él certifica mi certificación!

En mi versículo del año, David hace algo similar: reconoce la integridad y la autoridad de Aquel que “firma” su vida —el mismo Señor y Dios. En este caso, David también está dispuesto a “firmar” ese reconocimiento. Es el reconocimiento humano de un reconocimiento divino del propio Dios.