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El Corazón Que Dios No DespreciaMuestra

El Corazón Que Dios No Desprecia

DÍA 2 DE 5

Dios nos sale al encuentro

«Entonces el Señor envió a Natán a David… Entonces Natán dijo a David: "Tú eres aquel hombre"» (2 Samuel 12:1, 7).

David había pecado y lo había encubierto durante casi un año. Pensaba que su secreto estaba a salvo. Pero hay una hermosa verdad que debemos entender: en nuestros desvíos, el Señor nos sale a buscar. Dios no nos abandona en nuestro pecado; Él viene tras nosotros.

«Entonces el Señor envió a Natán a David». Observa que fue Dios quien tomó la iniciativa. No fue idea de Natán confrontar al rey. Probablemente Natán ni quería ir. ¿Quién quiere decirle al rey que ha pecado gravemente? Era un secreto a voces, pero nadie se atrevía a enfrentar al poderoso David. Excepto Dios.

Esta es la maravillosa realidad del amor divino: Dios nos ama demasiado para dejarnos en nuestro pecado. Como un pastor que deja las noventa y nueve ovejas para buscar la perdida, Dios viene tras nosotros. A veces usa circunstancias, otras veces su Palabra y muchas veces usa a personas como Natán.

Piensa en esto: Dios pudo haber dejado a David en su pecado. Pudo haberlo abandonado a las consecuencias naturales de sus acciones. Pero no lo hizo. En su bondad, envió confrontación. Lo que para nosotros puede parecer incómodo o doloroso es, en realidad, una manifestación del amor de Dios.

Hay una imagen poderosa que ilustra esto: ovejas caminando voluntariamente hacia una chimenea encendida mientras el pastor las jala de las patas para sacarlas del fuego. Las ovejas quieren entrar al fuego; el pastor lucha por salvarlas. Así es Dios con nosotros y con nuestro pecado. Nosotros queremos entrar voluntariamente en aquello que nos destruye, y Dios nos saca de esas situaciones.

La confrontación de Natán fue brillante y amorosa. No llegó acusando directamente. Contó una parábola que permitió a David verse a sí mismo en el espejo de la historia. Cuando David se indignó contra el hombre de la parábola que había robado la única oveja de un pobre, Natán le dijo esas palabras penetrantes: «Tú eres ese hombre».

¿Qué habría pasado si David hubiera rechazado la confrontación? Muchos lo hacen. Levantan barreras, se defienden, justifican sus acciones, culpan a otros. Pero David, en ese momento crucial, respondió correctamente: «He pecado contra el Señor» (2 Sa 12:13).

Una de las mayores bendiciones que Dios nos da son las personas que nos confrontan en amor. Tu cónyuge que te señala una actitud incorrecta. Un amigo que te dice la verdad aunque duela. Un pastor que predica justo sobre ese pecado que estás escondiendo. Un hijo que, con su inocencia, expone tu hipocresía. Estos son enviados por Dios, "Natanes" modernos.

La pregunta es: ¿Cómo respondes a la confrontación? ¿Te defiendes inmediatamente? ¿Buscas excusas? ¿Atacas al mensajero? O como David, ¿dices «he pecado»?

Quizás, mientras lees esto, Dios te esté confrontando con algo específico. Tal vez has estado huyendo de su voz durante semanas, meses o años. Este devocional puede ser tu "momento Natán". Dios te está diciendo: "Sal de ahí. Deja eso. Termina esa relación inadecuada. Abandona esa práctica. Confiesa ese pecado oculto".

El amor de Dios es tan grande que no te dejará tranquilo en tu pecado. Él perturbará tu falsa paz. Inquietará tu conciencia. Te enviará mensajeros. Todo porque te ama demasiado para perderte.

Preguntas para reflexionar

1. ¿Hay algún área de tu vida donde has estado resistiendo la confrontación de Dios?

2. ¿Quiénes son los "Natanes" que Dios ha puesto en tu vida?

3. ¿Cómo puedes ser más receptivo a la corrección amorosa?

4. ¿Necesitas confrontar a alguien en amor? ¿Cómo puedes hacerlo con la sabiduría de Natán?

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Adelanto del día siguiente: Mañana aprenderemos sobre la importancia de asumir plena responsabilidad por nuestros pecados, sin excusas ni justificaciones.

Acerca de este Plan

El Corazón Que Dios No Desprecia

Un viaje transformador de cinco días explorando el Salmo 51 y la extraordinaria gracia de Dios hacia el corazón arrepentido. A través de la experiencia de David, descubriremos que ningún pecado es demasiado grande para el perdón divino cuando venimos con genuina humildad. Basado en el sermón del Pr. Héctor Salcedo: «El corazón que Dios no desprecia”, este plan nos guiará desde el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad espiritual hasta la gloriosa restauración que Dios ofrece a todo aquel que se acerca con un corazón contrito y humillado.

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Nos gustaría agradecer a Ministerios Integridad & Sabiduría por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: integridadysabiduria.org