Confiando en Su Palabra

Confiamos en la Palabra de Dios y mantenemos nuestra mirada en ella, porque anhelamos obtener Sus promesas y actuar conforme a Sus mandamientos. Nunca será en vano confiar totalmente en Su Palabra.

“La misericordia y la salvación viene de parte de Dios a través de Su Palabra” (David Guzik).

Su Palabra nos da respuestas a nuestras preguntas, nos anima, nos fortalece y nos revela al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. No debemos avergonzarnos de ella, ni siquiera delante del enemigo de nuestra alma, porque confiamos en que todo lo escrito en ella es verdad.

Esta porción del Salmo 119 es una bella oración: implora que la Palabra de Dios permanezca en nuestra boca. Que nuestros labios estén siempre al servicio de Dios, esperando en Su Palabra. Para ello necesitamos guardar Su ley, leerla, aprenderla y memorizarla para conservarla por siempre.

Al hacerlo, seremos libres del pecado, de la esclavitud de él y de la condenación. Su Palabra nos afirma y nos establece en Él. Seremos valientes al hablar Sus mandamientos. ¿Cómo avergonzarnos del evangelio si en él hemos conocido libertad? No nos avergoncemos de Su Palabra, porque es el poder de Dios (Romanos 1:16).

Su Palabra es dulce como la miel (Ezequiel 3:3). Regocijémonos en ella, amémosla; ella nos muestra la verdad y el corazón de Dios.

Con amor, levantemos nuestras manos hacia Sus mandamientos, deseando conocer a Dios a través de ellos. Meditemos en ellos, cumplámoslos y amémoslos con todo nuestro corazón, buscando vivir día a día según Su Palabra.