Anhelando Su Rostro

¡Qué manera de cerrar este bello salmo! Señor, dame gracia y fuerza para orar a Ti, para que siempre escuches mi voz cuando te elevo mi corazón. Que este sea también nuestro deseo: anhelar conocer a Dios, a Cristo y al dulce Espíritu Santo, y entender lo que nos corresponde como hijas de Dios, embajadoras de Cristo y templo del Espíritu Santo.

Que este salmo nos recuerde la belleza y el valor de la Palabra de Dios, lo afortunadas que somos al tenerla completa y accesible para leerla, estudiarla y atesorarla. Que cada palabra inspire nuestra vida diaria, guíe nuestras decisiones y transforme nuestros corazones.

Que nuestras oraciones, resoluciones y confesiones se alineen con Su Palabra. Que Su verdad sea la norma de nuestra fe y la guía de nuestra conducta. Y que, en todo momento, Su Palabra nos sostenga, nos dé sabiduría y nos acerque más a Su corazón.

Bienaventuradas las que viven deleitándose en la Palabra, encontrando en ella consuelo, dirección y la fortaleza para caminar día a día con gratitud y obediencia. Que siempre anhelemos Su rostro y que Su Palabra sea nuestra guía, nuestro tesoro y nuestra alegría.