Dios Con Nosotros: El Milagro De La NavidadMuestra

“He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel” (Mateo 1:23 RVR1960).
Querido lector, la Navidad nos invita a detenernos y a escuchar a una persona divina que cambió la historia de la humanidad en dos: a Jesús, el Dios hecho hombre, Él, Emanuel, como cumplimiento de la promesa de “Dios con nosotros”.
En medio del bullicio de luces, compras y celebraciones, hay una voz eterna que vuelve a susurrarnos una verdad inevitable y consoladora: ¡la esperanza ha llegado también hoy a tu vida! Esta esperanza no es un optimismo pasajero, sino una certeza basada en el carácter de Dios (Hebreos 10:23). Y cuando la promesa del Mesías se encarnó, la esperanza dejó de ser expectativa futura y se convirtió en realidad presente.
Desde el Antiguo Pacto, los profetas anunciaron la venida de un Rey que traería luz en medio de la oscuridad. Isaías, por ejemplo, proclamó: “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz… un niño nos es nacido… Príncipe de Paz” (Isaías 9:2, 6). Esa palabra profética se convirtió en un ancla de fe, sostén en medio de tiempos de pruebas y crisis, para un pueblo golpeado por causa de sus enemigos y adversarios.
Hasta que llegó el día. En Belén, la esperanza se volvió carne: “Hoy os ha nacido… el Salvador” (Lucas 2:11). No fue un mito, sino un acontecimiento histórico que partió la historia de la humanidad en dos: antes de Cristo (a. C.) y después de Cristo (d. C.). Por tanto, celebrar la Navidad es la prueba de que Dios actuó para salvarnos. El cielo mismo confirmó esta verdad cuando los ángeles proclamaron la buena noticia de gran gozo para todos (Lucas 2:10-14).
Esa esperanza no se limita al recuerdo de un hecho pasado. Pablo nos recuerda que Cristo en nosotros es “la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27). Él no evita que enfrentemos procesos dolorosos, pero promete una presencia que consuela y fortalece: “Mi paz os dejo… no se turbe vuestro corazón” (Juan 14:27). La esperanza no elimina la noche, pero enciende una luz que la noche no puede apagar (Juan 1:5).
Recuerda: La esperanza bíblica transforma cómo enfrentamos el futuro. Romanos 15:13 nos afirma que Dios “nos llena de gozo y paz en el creer”, y ese creer produce una esperanza rebosante. Por tanto, esperar en Dios no es pasividad; es caminar confiando en que lo que Él dijo se cumplirá, tal como lo hizo en Belén. Por eso, cuando sentimos que nuestra historia se estanca, la Navidad nos recuerda algo esencial: Dios nunca se retrasa; Él llega en el tiempo perfecto (Gálatas 4:4).
Reflexiona:
- ¿Qué cambiaria en mi manera de vivir si creo que la esperanza ya se hizo presente en Jesús?
- ¿Qué promesa bíblica puedo tomar hoy para sostener mi esperanza?
- ¿Cómo puedo compartir esta esperanza con alguien que lo necesita?
Escrituras
Acerca de este Plan

La Navidad no comenzó en los palacios ni entre líderes religiosos. Comenzó con un anuncio desde el cielo dirigido a quienes nadie veía: pastores cuidando rebaños en la oscuridad de la noche. Entre el silencio del campo, Dios irrumpió con una proclamación que cambiaría la historia. El cielo se abrió, ángeles cantaron, y la luz envolvió lo cotidiano. El mensaje no fue una advertencia ni un juicio, fue una declaración de paz. Una paz que no se negocia en tratados, ni se conquista con armas, sino que nace como un regalo divino.
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Nos gustaría agradecer a TopCristianos por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: topcristianos.com









