Pedro: Un Corazón Imperfecto en Manos Del MaestroMuestra

Día 1: Llamado en lo cotidiano
La historia de Pedro comienza de forma tan sencilla que podríamos pasarla por alto. Un hombre, Simón, pescador de oficio, se encontraba trabajando como cualquier otro día, junto al mar de Galilea. No estaba buscando una revelación divina ni esperaba una experiencia espiritual. No estaba en el templo ni ayunando. Estaba simplemente en su rutina diaria, lavando las redes tras una noche de pesca. Y allí, en lo común, en lo aparentemente insignificante, Jesús se le acercó y le dijo: “Sígueme”.
Esto ya nos habla mucho del corazón de Dios. A veces creemos que tenemos que estar en cierto estado espiritual, que debemos alcanzar cierta madurez o estar en “el lugar correcto” para que Dios nos mire, nos llame o nos use. Pero la realidad es que Jesús no espera a que lo busquemos en la perfección; Él se acerca a nosotros incluso en medio de nuestras faenas diarias. Nos llama cuando menos lo esperamos. Y ese llamado no es simplemente para que dejemos lo que hacemos, sino para que descubramos quiénes podemos llegar a ser en Él.
Jesús no le dijo a Pedro: “Sígueme y te voy a convertir en alguien exitoso”. Le dijo: “Te haré pescador de hombres”. Es decir, Jesús le dio una nueva identidad, un nuevo propósito. Pedro iba a seguir siendo pescador, pero ahora su pesca tendría un valor eterno. Este cambio de perspectiva es transformador: Dios no siempre cambia lo que haces, pero sí transforma el propósito por el cual lo haces. Lo ordinario se vuelve extraordinario cuando lo haces bajo el llamado de Dios.
Pero hay algo más profundo. Pedro dejó sus redes. Este detalle nos puede parecer simple, pero representa una decisión radical. Las redes eran su medio de vida, su seguridad económica, su zona de confort. Al dejarlas, Pedro no solo obedecía un llamado externo, sino que mostraba una entrega interna. Seguir a Jesús implicaba renunciar a su control, a sus planes, a su lógica. Implicaba confiar en que el que lo llamaba, lo sostendría.
Muchas veces, nosotros también tenemos “redes” que debemos soltar. Cosas que no necesariamente son malas, pero que nos atan a una vida limitada. Ideas, miedos, hábitos, relaciones, expectativas. Jesús no exige que seamos perfectos, pero sí que estemos dispuestos a seguirlo. Él se encarga de formarnos, de moldear nuestro carácter, de darnos propósito. Pero necesitamos dar ese primer paso: soltar y seguir.
Pedro no tenía idea de lo que venía. No sabía que caminaría sobre el agua, que vería milagros, que negaría a Jesús, que sería restaurado, que predicaría a multitudes. Todo comenzó con una simple decisión: seguir al Maestro. Así es como comienza toda historia de fe: con un “sí” que nace en lo cotidiano.
Oración:
Jesús, gracias por ver en mí más de lo que yo misma puedo ver. Gracias por acercarte a mi vida incluso en medio de lo rutinario y sencillo. Hoy quiero reconocer Tu llamado, aunque no tenga todas las respuestas. Ayúdame a soltar lo que me ata y me limita. Enséñame a confiar más en Ti que en mis planes o habilidades. Así como Pedro, quiero seguirte con todo mi corazón, sabiendo que en tus manos lo común se vuelve eterno. Amén.
Escrituras
Acerca de este Plan

Todos hemos sido como Pedro: impulsivos, apasionados, pero también temerosos e inconstantes. Hemos prometido fidelidad a Dios y luego lo hemos negado con nuestras acciones. Este devocional de 5 días te llevará por el viaje de Pedro: desde su llamado lleno de dudas hasta su restauración y transformación en una roca firme. Aquí encontrarás esperanza tras la caída, gracia en la debilidad y dirección para comenzar de nuevo. La historia de Pedro nos recuerda que Dios no busca perfección, sino disposición, y que toda herida puede volverse testimonio.
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Nos gustaría agradecer a Estudiando con Alma por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.instagram.com/estudiandoconalma?igsh=MWVoajNvdnVoMnFyMA==
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