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Mi Ruta De Fe: Viviendo En La Verdad De Lo Que Dios Ya HizoMuestra

Mi Ruta De Fe: Viviendo En La Verdad De Lo Que Dios Ya Hizo

DÍA 4 DE 5

Día 4 El poder del Espíritu en los que creen

“Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes.” Romanos 8:11 (NVI)

Después de hablar sobre la debilidad humana frente a la ley, Pablo revela en Romanos 8 la victoria que tenemos gracias al Espíritu Santo. El Espíritu no es una fuerza simbólica, sino la presencia viva de Dios dentro del creyente, que nos transforma, nos guía y nos da poder para vivir conforme a Su voluntad.

Jesús prometió este regalo antes de ascender al Padre (Juan 14:26), y en Pentecostés, esa promesa se cumplió. Desde entonces, cada creyente es templo del Espíritu, portador de la misma vida que resucitó a Cristo.

Reflexión

Una de las verdades más transformadoras del Evangelio es que el mismo Espíritu que resucitó a Jesús de los muertos habita en nosotros. No es una promesa simbólica ni una presencia distante: es una realidad viva y activa.

Cuando creemos en Cristo, somos sellados con el Espíritu Santo: “En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria.” (Efesios 1:13–14, NVI). Ese sello no es una marca visible, sino una garantía espiritual de pertenencia, propósito y poder. El Espíritu no es una fuerza, es una persona, es la presencia misma de Dios morando en ti para guiarte, fortalecerte y revelarte Su verdad.

Jesús lo dijo con claridad antes de ascender al cielo: “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho.” (Juan 14:26, NVI). El Espíritu no solo está para consolarte en el dolor, sino para recordarte quién eres cuando lo olvidas. Él trae a memoria las palabras de Jesús, ilumina la Escritura y da poder para vivir conforme a la voluntad de Dios.

Caminar en el Espíritu significa vivir cada día conscientes de Su presencia, dejándonos guiar por Su voz en lugar de por nuestras emociones. En Gálatas 5:22–23 se describe su fruto: “ En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.” (Gálatas 5:22–23, NVI), y nos muestra cómo se ve esa vida, llena de amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Esos frutos no nacen del esfuerzo humano, sino del poder del Espíritu obrando en un corazón rendido.

A veces creemos que la vida cristiana es una batalla que debemos ganar con fuerza de voluntad, pero la verdad es que la victoria no se logra por nuestras fuerzas, sino por la presencia del Espíritu. Cuando el cansancio o la duda te agoten, recuerda que no caminas sola. El Espíritu no es solo un ayudante externo, es la vida misma de Dios dentro de ti.

Romanos 8 nos revela que el Espíritu no solo nos da poder, sino identidad: nos adopta como hijas e hijos, nos enseña a clamar “¡Abba, Padre!”, y nos recuerda que no somos esclavos del miedo. Cuando la fe flaquea, es el Espíritu quien intercede por nosotros con “gemidos que no pueden expresarse con palabras” (Romanos 8:26, NVI).

El Espíritu Santo no llegó para visitar, sino para habitar. Y cuando lo dejamos actuar, el temor retrocede, la fe se fortalece y la esperanza se renueva. Su poder no solo transforma circunstancias, sino corazones. Así como el Espíritu levantó a Jesús, también puede levantar lo que parece muerto en ti: la fe apagada, los sueños postergados, el gozo perdido. Él sopla vida nueva en todo lo que tocas, porque “donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” (2 Corintios 3:17, NVI).

Oración:

Espíritu Santo, gracias por habitar en mí.

Gracias porque no soy huérfana ni olvidada.

Tú eres mi fuerza, mi consuelo y mi guía.

Te pido que avives en mí tu poder, que despierte lo que ha dormido y que me enseñes a vivir rendida a tu dirección.

Lléname cada día con tus frutos: que el amor, la paz y la fidelidad sean mi testimonio.

Ayúdame a recordar que no camino por mis méritos, sino por tu gracia activa en mí.

Hazme sensible a tu voz, obediente a tu guía y constante en tu presencia.

En el nombre de Jesús, amén.

Acerca de este Plan

Mi Ruta De Fe: Viviendo En La Verdad De Lo Que Dios Ya Hizo

Vivimos tiempos en los que muchos confunden la fe con una emoción o una respuesta inmediata de Dios. Pero la verdadera fe se sostiene en lo que ya fue cumplido en la cruz. Este devocional nos invita a pasar de una fe que espera a una fe que actúa, afirmando lo que Dios ya hizo. En cinco encuentros aprenderemos a vivir una fe inquebrantable que recuerda, camina, obedece, confía y da fruto. No esperes a que Dios se mueva; muévete tú en la certeza de Su Verdad. El tiempo de creer es hoy.

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Nos gustaría agradecer a Mi Ruta de Fe por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.instagram.com/mirutadefe