Jonás: Un pez grande, un Dios más grandeMuestra

La esencia de nuestra fe

¿Listo para un final de infarto? Así es como termina el libro de Jonás: “Y el Señor le dijo: ‘Tú sientes lástima por la enredadera, por la cual no trabajaste, y a la cual no hiciste crecer; durante una noche creció, y a la noche siguiente dejó de existir. ¿Y yo no habría de tener piedad de Nínive, esa gran ciudad con más de ciento veinte mil habitantes que no saben distinguir cuál es su mano derecha y cuál su mano izquierda, y donde hay muchos animales?’” (Jonás 4:10,11 RVC). Dios dijo: “Jonás, te preocupas por una pequeña vid y algo de sombra extra. ¿No debería yo preocuparme por una gran ciudad y salvar almas?”.

Esa pregunta queda en el aire, sin respuesta, al final de Jonás. ¿Cómo responderá Jonás? ¿Cómo responderemos nosotros? ¿Tendremos la humildad de celebrar el amor de Dios por “esa gente”?

Esta historia no es acerca de un gran pez, sino sobre los temas más importantes de la fe. Se trata de un Dios que realmente ama al mundo: a asirios violentos, a judíos engreídos, a ti y a mí. Se trata de un Dios que llama a la gente a arrepentirse, a sentir lástima por sus pecados, a mostrar que están arrepentidos de sus pecados. Se trata de un Dios que salva, que rescata a la gente malhumorada que se cree buena y a los hombres malvados que saben que han sido malos. Se trata de un Dios que amaría tanto al mundo que enviaría a su único Hijo para que todo el que crea en él —¡todo!— no perezca, sino que tenga vida eterna.

No importa el pez. Jonás es sobre la esencia de nuestra fe.

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