Jonás: Un pez grande, un Dios más grandeMuestra

En lo más profundo de nuestras emociones

La razón por la que el profeta Jonás estaba tan enojado como para huir de Dios es que Jonás estaba encaprichado consigo mismo. Revisa el capítulo final de este libro del Antiguo Testamento y encontrarás mucho "yo", “yo” y "mí" en los labios de Jonás. Para exponer su egocentrismo, mira lo que hizo Dios:

“Dios, el Señor, preparó una enredadera para que creciera por encima de Jonás y le hiciera sombra sobre la cabeza, y le quitara el malestar. Jonás se alegró en gran manera por la enredadera. Pero al día siguiente, al llegar el alba, Dios dispuso que un gusano dañara la enredadera, y ésta se marchitó. Además, Dios dispuso que al salir el sol soplara un fuerte viento solano, y el sol le dio a Jonás en la cabeza. Éste casi se desmayaba, y hasta deseaba morirse. Decía: «Mejor me sería morir que seguir viviendo” (Jonás 4:6-8 RVC).

Jonás estaba tan enojado por su quemadura de sol que quería morir. Pero cuando Dios salvó a miles de otros de quemarse en el infierno, a Jonás no le importó. No, mejor no. ¡Jonás afirmó que la gracia de Dios había ido demasiado lejos!

Toma nota de tus emociones más fuertes hoy. ¿Qué te enoja? ¿Qué te provoca reacciones excesivas? Examina tus emociones y averigua qué está en lo más profundo de ellas. Tú, como Jonás, tal vez estés demasiado interesado en ti mismo y no lo suficiente en los demás. Lleva ese pecado a Jesús. Si hay algo que aprendemos del libro de Jonás, es que nuestro Dios realmente ama y perdona a pecadores como nosotros.