Las artes perdidasMuestra

El rechazo es parte del llamado

El rechazo no es fácil de enfrentar, es doloroso. Ser ignorados, abandonados o no tomados en cuenta puede dejar marcas que permanecen por mucho tiempo en nuestro corazón.

Es por causa de ese dolor que aprendemos a evitar cualquier situación donde corramos el riesgo de ser rechazados. Adoptamos una actitud evitativa, cerramos nuestro corazón a los demás, escondemos nuestra vulnerabilidad y nos convencemos de que es más seguro estar solos que vivir con el temor de que alguien más nos haga daño. En pocas palabras, tememos a la idea de enfrentarnos a un “no”.

Sin embargo, este miedo no solo afecta nuestras relaciones personales, sino que también afecta nuestra fe. El temor al rechazo nos detiene al querer compartir a Jesús con otros, porque antes de hacerlo pensamos: ¿Y si me juzgan? ¿Y si me rechazan? Incluso cuando hemos experimentado el amor transformador de Cristo, dudamos y nos preocupamos por la reacción de los demás.

Pero en medio de ese temor, Jesús nos habla con firmeza, compasión y amor. Él no promete que será fácil, pero sí nos invita a ver el rechazo desde otra perspectiva. En lugar de decirnos que lo evitemos, nos dice que lo esperemos, lo aceptemos e, incluso, que encontremos gozo en él.

Mateo 5:11-12 (NVI) nos recuerda: “Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias. Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera una gran recompensa en el cielo”.

¿Dichosos? ¿Alégrense? ¿Cómo puede decir Jesús algo así?

Para entenderlo, debemos observar el rechazo desde su perspectiva. Mientras nosotros nos enfocamos en el dolor momentáneo, Jesús lo ve a través de la eternidad. Él nos recuerda que, comparado con la alegría de estar en la presencia del Padre y las recompensas celestiales, cualquier rechazo aquí en la tierra es insignificante.

Además, nunca debemos olvidar algo esencial: Jesús mismo sufrió rechazo. Fue despreciado, burlado y abandonado, pero él nunca dejó de hablar la verdad ni de mostrar amor. Ahora él nos llama a seguir su ejemplo y a no esconder nuestra fe, sino a vivirla con valentía.

Detente un momento y reflexiona:

¿Has dejado que el miedo al rechazo te impida compartir tu fe?

¿Cómo las palabras de Jesús pueden darte el valor para expresarte con libertad?

La Escritura nos recuerda que el rechazo por causa de Cristo no es una carga; es un privilegio, una bendición. Es una señal de una vida llena de valentía y propósito para él.

Así que no permitas que el temor te detenga o te silencie. Da un paso adelante con amor, habla con gracia y vive el evangelio con valentía. Este mundo necesita desesperadamente las respuestas que tú llevas en Cristo. No las guardes solo para ti, compártelas con los demás y como dice la Escritura, sé como "una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse” (Mateo 5:14, CST) y que alumbra a los demás con la verdad eterna de Dios.

Oración

Amado Dios, reconozco cuánto me ha afectado el rechazo y cómo ha nublado mi identidad en ti. Hoy, al recordar tu amor demostrado incluso en el desprecio, elijo confiar. Dame valor para abrazar el rechazo como parte de seguirte y ayúdame a encontrar en ti mi verdadera libertad. Enséñame a vivir con los ojos puestos en la eternidad, no en la aprobación humana. Que tu amor sea siempre mi mayor afirmación.

En el nombre de Jesús.

Amén.

Gracias por llegar hasta aquí. No es poca cosa elegir detenerte, reflexionar y permitir que Dios trabaje en lo profundo de tu ser. Mi oración es que cada día de este plan haya sido como una chispa que encendió algo nuevo, o tal vez algo olvidado, en tu caminar con Cristo.

Que las artes perdidas que has redescubierto no se queden en la teoría, sino que se conviertan en tu manera de vivir, amar y brillar en este mundo.

Que Dios te bendiga, te fortalezca. ¡Nos vemos en el próximo plan!