Día 1: El lienzo roto

Texto base: Efesios 1:3-4

Hay días en los que cuesta reconocerte. Te miras al espejo y ves un reflejo fragmentado: pedazos de quien fuiste, manchas de lo que hiciste, vacíos de lo que no lograste ser. Tu historia se siente como un lienzo sobrepintado, cubierto de intentos por arreglar lo que crees que arruinaste. Has querido empezar de nuevo, pero siempre queda una huella del pasado, una sombra que parece no desaparecer.

Imagina ese lienzo extendido frente a ti. Lo observas y notas los trazos desordenados, los colores que no combinan, las partes donde la pintura se ha corrido. Y cuando piensas que ya nadie podría sacar belleza de eso, el Artista entra en la habitación. No con juicio, sino con ternura. Se acerca, contempla tu obra y sonríe.

Sus ojos no se detienen en tus fallas; se detienen en el potencial escondido. En su mirada no hay decepción, sino deseo de restaurar. Él no ve un desastre, ve una historia que puede transformarse. No trae solventes ni trapos para borrar lo que hiciste; trae pinceles, luz y paciencia. Toma tu lienzo entre sus manos y dice:

“Este lienzo es mío. No lo desecharé. Voy a transformarlo”.

Y algo dentro de ti se ablanda. Sientes el alivio de soltar el control, de dejar de intentar ser el artista de tu propia vida. Por primera vez entiendes que no eres la suma de tus intentos ni de tus errores. Eres la obra que Dios soñó desde el principio. Tus manchas no lo ahuyentan; lo inspiran. Cada una de ellas puede convertirse en parte del diseño que Él planeó para ti.

Cuando decides soltar el pincel y dejarlo pintar, comienzas a descubrir que su arte no consiste en borrar el pasado, sino en redimirlo. Las partes que creías oscuras ahora se convierten en profundidad. Las que parecían errores se transforman en textura. Todo adquiere propósito bajo su mano.

Tu valor no está en los colores que logras combinar, sino en el Artista que eligió trabajar contigo. No eres un borrador, ni un experimento. Eres una historia en proceso de belleza. Cuando Él te ve, no ve caos: ve promesa.

Declaración de identidad:

No soy el resultado de mis errores; soy la obra que Dios comenzó antes de que existiera.

Identidad: Soy elegido/a y conocido/a por Dios desde antes de nacer.

Práctica:

Toma una hoja en blanco. Dibuja o escribe aquello que consideras manchas en tu vida: fracasos, heridas, decisiones. Luego, con otro color, escribe sobre ellas: “Dios está pintando sobre esto”. Visualiza cómo el Artista transforma esas imperfecciones en parte de una obra más grande.

Oración:

“Señor, gracias por ver mi vida con ternura y no con juicio. Gracias porque no necesitas borrar mi historia para crear belleza. Hoy te entrego mis manchas, mis trazos y mis miedos. Pinta en mí lo que tú soñaste. Que cada parte de mi pasado se convierta en un testimonio de tu arte perfecto. Amén”.